El 30 de septiembre próximo se elegirá a los 750 delegados al III Congreso Nacional del Polo Democrático Alternativo, evento que definirá su futuro político y organizativo.
El momento se presta para hacer un balance de los seis años corridos desde su fundación, de manera que la experiencia sirva para consolidar al único partido declarado en oposición al gobierno de Juan Manuel Santos, declaratoria que obedece a que también es el único que propone cambios de fondo para un país que ostenta la vergonzosa condición de ser el tercero con la peor desigualdad social del mundo.
Si el Polo no existiera, habría que crearlo, con los mismos criterios que le dieron vida; y si se acabara, cosa que no va a suceder, tocaría volver a constituirlo, y con ideas iguales a las de su fundación.
Los enemigos abiertos y camuflados del Polo, que no son débiles y que con toda saña han intentado liquidarlo desde la cuna, ocultan que los errores de dirigentes suyos han obedecido a actuaciones contrarias a dos aciertos fundamentales de la organización: sus estatutos democráticos y su programa. Y por supuesto silencian que la norma en las actuaciones de los polistas ha sido la coherencia con los principios que diferencian al Polo de los partidos responsables de la descomposición del país. Da entre grima y risa ver a los perseguidores del Polo, partidarios de otras organizaciones políticas, intentando darnos lecciones sobre cualquier cosa.
Entre los aciertos que ninguna infamia podrá arrebatarle al Polo está el haber promovido el mayor debate político, económico y social de la historia del país, demostrando que es falaz la idea totalitaria que intentan imponer acerca de que por fuera de las fórmulas del Consenso de Washington no hay nada que hacer. Y ese debate se ha librado dentro del Congreso y fuera de él, en términos teóricos y prácticos, acompañando a los sectores que luchan por el progreso nacional: ¿qué partido defiende la salud y la educación como derechos? ¿Cuál afirma que Colombia solo podrá superar sus problemas si se crea un vigoroso mercado interno, dándoles empleo y mejores ingresos a las gentes del común? ¿Quién más dice que el país sí debe relacionarse con el mundo, pero no como un país vasallo de cualquier potencia? ¿Qué otro sector defiende la producción industrial y agropecuaria, incluida la empresarial? ¿Quién desnuda lo muy poco democrática de la llamada democracia nacional y se opuso a la reforma a la justicia? ¿Hay otro que tenga en su programa el rechazo a la violencia en las relaciones entre los colombianos y, además, la búsqueda de una solución política del conflicto armado?
Fuera del acierto decisivo, insustituible, que significa que el programa del Polo apunte a modificar las causas del atraso y la pobreza del país, lacras que ni el más obtuso de los santismos puede negar, el Polo también acierta por haberse concebido –y así lo fue y podrá volver a serlo– como el partido capaz de albergar a toda la izquierda democrática colombiana. El paso del tiempo demostrará que los dirigentes que lo abandonaron se fueron porque renunciaron a crear un partido serio, democrático, con vocación de permanencia y de poder, capaz de trascender a la vida de las personas y los sectores que lo conforman, en especial al caudillismo, por definición estéril. Y entre los aciertos del Polo también cuenta el de promover coincidencias programáticas por fuera del propio partido, con quienes se consideren o no de izquierda, como ocurrió durante la campaña de Carlos Gaviria.
Se podrá estar o no de acuerdo con el Polo Democrático Alternativo, pero nadie puede negar que sus objetivos difieren de los de los demás partidos, cuyas tesis y posiciones son las responsables de que Colombia, como condición de lejos dominante, se encuentre presa del subdesarrollo y el sufrimiento social. El Polo es, entonces, insustituible, irremplazable. Si el Polo no existiera, habría que crearlo, con los mismos criterios que le dieron vida; y si se acabara, cosa que no va a suceder, tocaría volver a constituirlo, y con ideas iguales a las de su fundación. Lo sensato, entonces, para quienes queremos una Colombia situada entre los primeros países del mundo, próspera y auténticamente democrática, es cuidar al Polo, el principal instrumento de la transformación del país.
Coletilla: el gobierno del presidente Santos no respalda a los cafeteros como debe. Así la Casa de Nariño decida aplicar el contrato 051 de 1996 con Cerro Matoso-BHP Billiton, este es ilegal y leonino. Se condenan a sí mismas las trasnacionales que manipulan los debates públicos con propagandas pagadas y engañosas sobre los actos que se les cuestionan.
Bogotá, 14 de septiembre de 2012.