Bogotá, D.C. 5 de marzo de 2018. Por Felicia Saturno Hartt. Foto: Tal como se había vaticinado, la ingobernabilidad ganó ayer las elecciones de Italia.

Según resultados, que abrieron enormes interrogantes sobre el futuro de la tercera economía de la eurozona, ninguna fuerza política alcanzó el 40% de los votos, el número clave para formar un gobierno. Y el voto protesta, el voto castigo, arrasó en las urnas.

En un escenario totalmente fragmentado, tal como habían anticipado los sondeos, la coalición de centroderecha liderada por el ex Primer Ministro Silvio Berlusconi, inhabilitado para ser candidato, debido a una condena por fraude fiscal, obtuvo entre el 33 y el 36% de los votos, según los primeros datos del escrutinio.

Sin embargo, el partido de Berlusconi, Forza Italia, no fue el más votado de la alianza, sino que quedó por lo menos tres puntos por debajo de la xenófoba Liga Norte, de Matteo Salvini, agrupación extremista y euroescéptica.

El magnate había intentado mostrarse como una opción moderada en los últimos días, en los que presentó como candidato a primer ministro a Antonio Tajani, actual presidente del Parlamento Europeo y considerado "potable" por buena parte del arco político italiano.

En línea con la tendencia de las últimas elecciones europeas, que bajo vientos populistas y nacionalistas expresaron votos de protesta en contra del establishment, con el 33% de los consensos el antisistema Movimiento Cinco Estrellas (M5E) resultó el gran triunfador de los comicios y confirmó ser el primer partido de la península.

"Es un resultado extraordinario, por primera vez todos tendrán que venir a hablar con nosotros", dijo exultante Alessandro Di Battista, peso pesado del M5E, agrupación creada por el cómico genovés Beppe Grillo que, de ser en los últimos años un partido antitodo, en la oposición, durante la campaña electoral dejó en claro que quiere pasar a ser parte del sistema.

Su candidato, Luigi Di Maio, hasta ahora Vicepresidente de la Cámara de Diputados, a los 31 años sueña convertirse en el jefe de gobierno más joven de Europa.

Desgastado por cinco años en el poder, tal como se esperaba, el Partido Democrático (PD), de centroizquierda y liderado por Matteo Renzi, sufrió un sonoro revés: su coalición obtuvo entre el 24,5% y el 27,5% de los votos.

Pese a que logró hacer repuntar la alicaída economía, el PD, que obtuvo el 18,7% de consenso, fue castigado por los electores, desencantados de una clase política que no da respuestas a una terrible crisis económica ni a una ola migratoria imparable e involucrada en diversos escándalos de corrupción.

Los referentes más de izquierda de la agrupación, descontentos de Renzi, decidieron irse y fundar otro partido, Libres E Iguales, que habría cosechado entre el 3 y el 5% de los votos, un paquete de consensos crucial en un escenario político tan fragmentado como el italiano.

La jornada electoral, en la que finalmente hubo una afluencia del 73%, no fue tranquila. Cuando Berlusconi, de 81 años, votó por la mañana en un colegio electoral de Milán, fue rechazado por activistas feministas y por el "Rosatellum bis", como se denominó el nuevo sistema electoral que, debido a su complejidad, provocó caos y retrasos en los colegios electorales.

Las boletas para votar no solo eran complicadas para entender dónde colocar la preferencia -porque había una parte para los colegios uninominales (sistema mayoritario) y otra para la coaliciones (sistema proporcional)-, sino también por una novedad: un código antifraude. Este debía ser despegado de la boleta y anotado por los escrutadores que, en otro aspecto inédito, que también causó protestas, debían colocar ellos y no los votantes, en la urna.

Acostumbrados a una ingobernabilidad crónica (desde 1949 han tenido en total 64 gobiernos y solo desde 2013 han visto desfilar ante sus ojos a tres primeros ministros: Enrico Letta, Matteo Renzi y Paolo Gentiloni, los italianos, que vivieron con indiferencia, apatía y resignación la campaña electoral, deberán esperar para que un nuevo gobierno vea la luz.

El Presidente de Italia, Sergio Mattarella, pasará a tener un rol crucial. España y Alemania han vivido indefiniciones muy arriesgadas.

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