Los impuestos son odiosos pero necesarios. Pero para los autoritarios han sido un mecanismo de control colectivo o de corrupción o de discriminación. Sólo 2 mujeres han sido Primeras Ministras en el Reino Unido y las 2 han planteado el uso de impuestos para concretar su oferta política. Margareth Thatcher tuvo sus ‘poll tax, un tributo local que obligaba a los ciudadanos a contribuir por igual, independientemente de su nivel de ingresos y de la zona en que residieran, intensamente rechazado por los ingleses, que buscaba parar el despilfarro, pero que termino con su carrera política. Theresa May incluyo otro impuesto terrible, que golpeó la tradición inglesa de cuidar a los mayores y le quitó su bien deseada mayoría parlamentaria, el Impuesto a la Demencia, que todas las familias inglesas deberían pagar.

En la prensa inglesa, contestaría por definición, los han llamado los Impuestos Malditos. Y Theresa May debería reflexionar. 

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