Por Gonzalo Buenahora. Historiador.- Agencia de Noticias Vieja Clío.  Mompós, 1847.-La agencia noticiosa Vieja Clío consigna con verdadera consternación que ayer, miércoles 14 de julio, bajo un sol canicular (39 grados a la sombra), a los 55 años de edad, falleció en la ciudad de Mompós Hermógenes Maza, connotado general de brigada del Ejército Libertador.

Dicen por ahí que Maza fue un papanatas jactancioso, agresivo y vulgar, cruel e inhumano, un ebrio perenne de alcohol y de sangre, para quien lo único importante eran la venganza, la represalia y la retaliación.  Un presuntuoso de la peor ralea. Pero también se piensa que es a hombres como él, a quien la Patria debe su liberación.

Bravo y valeroso en cuanto combate participó, en repuesta al terror con el que los españoles intentaban desbaratar el movimiento independentista, Hermógenes Maza reaccionó con un ímpetu tal, que se vieron obligados a escribir del guerrero con relación a sus campañas militares en el norte de Colombia y el occidente de Venezuela: "Nunca con menos se hizo más en tan vasto espacio ni en tan breve tiempo."  A pesar de provenir de una de las familias más sensibles y piadosas de Santa Fe de Bogotá (el hogar formado por don Felipe de la Maza, de origen español, y doña Rosalía Lobo Guerrero) Maza, el militar, el “discípulo predilecto de la guerra a muerte”, pasó a la historia con los temibles epítetos de: “ángel exterminador”, “vengador de los mártires granadinos del Terror”, “león de las serranías venezolanas”, etc.

El año de 1814 fue para realistas  y patriotas un año infausto. La barbarie y el salvajismo se convirtieron en los verdaderos protagonistas. Por el lado de los realistas, José Tomás Boves demostró no tener misericordia alguna, y por el de los republicanos Hermógenes Maza logró convertirse en su espanto. Entonces los ríos se tornaron rojizos y la piel en una endeble coraza fácilmente hendida por la espada, el hacha y el plomo. La tierra se convirtió en el tinglado de la muerte. Monarquistas y republicanos marcharon al ritmo vertiginoso de sus caudillos bajo el imperio de una sola idea: el mutuo exterminio.

Maza, por su parte, aceptó el reto. Otrora un estudiante pleno de mansedumbre y acatamiento, hoy llanamente un hombre bizarro. Si sus enemigos querían intimidarlo con la peor de las crueldades, él también sabía usar artimañas. Sus golpes se caracterizaron por una brutalidad “calculada”: ejecuciones masivas innecesarias, alevosía y sevicia sin límites, fusilamientos inmotivados y brutales torturas sin ningún reato de conciencia. La sed de venganza no tuvo ni límite ni apaciguamiento.

En 1819, cerca de la locación de Gamarra, Maza, tras una macabra degollina al vencer en Tenerife, tenía órdenes de evitar por completo los derramamientos de sangre. Entonces el hombre embutió en zurrones de cuero a 30 prisioneros y los tiró vivos al Magdalena. Después, cínicamente  informó al Libertador: “Cumplidas sus órdenes. Con los últimos prisioneros no se derramó una sola gota de sangre.” El hecho es que de sabana en sabana, de desfiladero en desfiladero, de vereda en vereda, de pueblo en pueblo, Boves y Maza sembraron la consternación y el terror.

Tan sobresalientes fueron los servicios de Maza en el campo de batalla, que el Libertador lo nombró en la noche del 23 de abril de1814 gobernador militar de Caracas. Pero ese mismo año, en una movilización hacia el oriente Maza fue puesto prisionero, llevado a Caracas y condenado a muerte. Mientras esperaba su ejecución, víctima de los más crueles martirios y vejaciones (dicen que fue allí donde se convirtió en un monstruo), Maza logró convencer a su verdugo, José Luis Moreno, y escapó.

En 1819, con ocasión del triunfo en el puente de Boyacá, se reincorporó al ejército patriota y fue asignado a la liberación del río Magdalena. Una vez conquistada la costa norte de Colombia (Panamá, Cartagena y Santa Marta), se movilizó al sur y participó con Antonio José de Sucre en la batalla de Pichincha en mayo, y en el sometimiento de Pasto entre octubre y diciembre de 1822 que fue muy despiadado y sangriento. Hasta el momento Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela quedaban definitivamente liberados. En 1826 Hermógenes Maza fue licenciado del ejercito y se retiró a Mompós.

Pero fue en otro plano y en otras circunstancias donde el general Maza adquirió su fama de gandul, haragán y atorrante: el universo de las relaciones sociales, especialmente en el plano de las mujeres. Por ejemplo, se divertían en un balneario cerca de Quito los oficiales del Ejército Libertador. Maza chapoteaba en la alberca, rodeado como estaba de hermosas y delicadas mujeres. De pronto nuestro héroe se dirigió con ojos angustiados a Bolívar, dándole a entender que había perdido el chingue. Este corrió apresurado al “vestier” y consiguió un pañolón. Acto seguido se lo lanzó a Maza. Y Maza, frondio y lirondo salió del agua con la humanidad pudenda a cuatro vientos, cubriéndose los ojos con el trapo.

Alguna otra vez, en Pasto, celebrando la espantosa degollina de Guaranda, Maza danzaba con una primorosa damisela. De pronto, el militar, extasiado con las manos de la joven, exclamó:

 

- ¡Qué blancas tiene Ud. las manos, señorita!

 

A lo que la dama replicó:

 

- Se lo debo a mi madre, quien me puso guantes desde muy pequeña.

 

Y Maza repuso:

 

- Pero esa no es una medida infalible, pues mi madre me puso desde niño calzoncillos, y no todas las partes de mi cuerpo son blancas, como puede Ud. suponer.

 

No sobra decir que el episodio puso fin al baile.

 

En otra ocasión, Simón Bolívar paseaba por Quito en su caballo, acompañado de algunos oficiales. Maza se le acercó borracho y le dijo:

- Paisano, véndame el mocho.

 

Bolívar se retiró disgustado, habiéndole prevenido sin fingida severidad:

- General, el día que lo vea en otra borrachera, ¡lo fusilo!

 

Días después Maza fue llamado a presentarse ante el Libertador para informarse de los objetivos de una delicada misión a Latacunga. Como siempre, iba achispado. Ya en presencia de Bolívar, Maza se cuadró cual soldado raso, y con la mano sobre el escudo de su tricornio galoneado, expresó a su jefe:

 

-Mi general, no es otra borrachera, es la misma.

 

Indudablemente, el Libertador hubo de olvidar su amenaza.

El miércoles 14 de julio Hermógenes Maza, sobresaliente general de brigada del Ejército Libertador, alcoholizado, pobre, solitario y olvidado expiró, pero antes de hacerlo enfatizó ante los pocos que lo acompañaban:

 

- ¡Ahí les dejo su mundo de mierda!

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