Maracay, 1 de octubre de 2017. Por Felicia Saturno Hartt. Foto: FSS.- A pocas semanas de los desastres naturales que golpearon duramente  los territorios continentales de América del Norte y América Central y los estados insulares del Caribe, se plantea, luego de la urgente asistencia de emergencia, que los gobiernos nacionales, regionales y locales, piensen en el proceso más importante, el de la Reconstrucción.

Lastimosamente las tragedias naturales suelen tener un saldo insolvente con la población y las regiones. Basta mirar cómo aún, en muchos países, sobreviven escombros, edificios fracturados, puentes destrozados e incluso patrimonios culturales desechos.

Cuestiones éstas que jamás se verá en los EE.UU., que subsiguientemente a la asistencia de emergencia, comienza la reconstrucción no sólo de las estructuras de todo tipo, sino incluso del paisajismo de las ciudades. Era impactante observar, luego de la Tormentas Brett y de Andrew, cómo en la Florida se recogían los restos vegetales y se incorporaban las nuevas plantas en las avenidas y paseos, con las labores intensivas de limpieza y reconstrucción de calzadas. Acciones que impactan a los sobrevivientes.

Hay dos impactos ineludibles luego de una tragedia natural: el impacto económico y el de la reconstrucción. No asumimos el psicosocial, porque este aspecto merece consideraciones de profesionales especializados, ya que el tejido social tendrá cicatrices superiores a una viga fracturada. Sus huellas son importantísimas y requieren intervenciones a mediano y largo plazo.

El impacto en la actividad económica hay que dividirlo en el corto plazo y en el largo plazo. Lo que típicamente sucede es que sí existe un impacto inmediato en la actividad económica y depende de varios factores, como la severidad del evento, el daño a la infraestructura y la afectación a la planta productiva.

En la medida que se afecta más en cada área, el impacto inmediato es mayor y puede tener efecto que dure algunos meses, pero puede ser recuperada porque este sector suele tener mejores condiciones de operatividad, activos y una organización que asume los costos, tiene seguros y desea operar.

Los efectos de la reconstrucción son un poco más complicados. Este proceso se puede dar de varias maneras. La primera es la reconstrucción de la infraestructura, que permite que la economía pueda seguir operando. La segunda es la reposición de la capacidad productiva instalada.  Y, la tercera es la reposición del patrimonio de las familias, empresas y gobierno, actividad de retorno inmediato. Ésta última se relaciona con reconstruir las casas de las familias y reponer al menos una parte de sus contenidos.

Por la severidad de los eventos ocurridos en este septiembre, se requiere de la acción evaluativa: 1) Saber cuál es el nivel de afectación a las empresas productivas (infraestructura, equipos, personal, etc) para saber cómo se impactó la actividad y el crecimiento económico. 2) Definir los daños de las organizaciones gubernamentales que, al fin y al cabo, son las gerenciadoras de la reconstrucción, en término de urgencia. Escuelas, centros de salud, centros de acopio, albergues, oficinas ministeriales deben estar operativas para manejar el mapa de desastre y gerenciar apoyos, donaciones y necesidades. Y 3) Evaluar el estado de las perdidas para así reponer el patrimonio familiar y espacios públicos, a corto y mediano plazo, y tener certeza del estado de las viviendas, las calles, los sistemas hídricos, eléctricos y de telecomunicaciones.

La reconstrucción tiene que ser un proceso efectivo y eficiente, para generar, por un lado la reposición pronta de las fuentes de empleo y trabajo y, por el otro, la confianza de la superación de la tragedia en los habitantes y sus familias, ante lo traumático del proceso de rescate.

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