Por Felicia Saturno Hartt. Foto: Dennis Kleiman.- Durante las Olimpiadas de Londres, los que adoramos el atletismo, observamos a un corredor en la línea de salida de los 400 metros, con sus prótesis de carbono, en una competencia convencional no paraolímpica, sentimos que un profundo avance se había suscitado en el escenario social, la discapacidad era superable.

Ese corredor, Oscar Pistorius, lidiaba con otro problema: la Federación Internacional de Atletismo (IAAF), desde hacía 4 años, no estaba de acuerdo que compitiese, debido a que diversos estudios aseguraban que sus prótesis le daban ventaja sobre cualquier competidor.

Un equipo de científicos dirigidos por el doctor Peter Brüggemann, de la Universidad de Colonia, había determinado, en 2007, que sus prótesis le daban ventaja sobre el resto de atletas, porque le impulsaban extraordinariamente, en cuanto adquiría cierta velocidad, actuando como una especie de muelles y le ahorraban un gasto de energía de hasta un 25%.

Esta fabulosa ventaja tenía un artífice, el escalador, ingeniero y biofísico Hugh Herr, hoy ganador del Premio Princesa de Asturias de Ciencia y Tecnología. E incluso logró su fichaje para Londres.

Herr (Lancaster, 1964), experto en Biomecánica del Instituto Tecnológico de Massachusetts, ha sido galardonado por crear las prótesis más sofisticadas del mundo. Obras maestras de la ingeniería que mezclan mecánica con sensores y que, según él mismo explicaba “cerrarán la brecha entre discapacidad y capacidad”.

El artífice también vivió la discapacidad

La historia de Herr es, incluso, más dramática que la de Pistorius. En 1982 era considerado uno de los mejores alpinistas jóvenes de EEUU, cuando durante una escalada en el Monte Washington, una enorme ventisca atrapó a su expedición. Fruto de la congelación, sus dos piernas tuvieron que ser amputadas. Ahí empezó su carrera por volver a subir montañas justo en el punto donde lo había dejado.

La adversidad le motivó a centrarse en sus estudios y tras especializarse en ingeniería mecánica, comenzó a elaborar prototipos de lo que hoy son las piernas biónicas sobre las que camina y que le han permitido volver a escalar con regularidad.

Ahora, tras años de estudio, Herr ha desarrollado más de 50 patentes de prótesis inteligentes. “A través de la innovación tecnológica, regresé a mi deporte más fuerte y mejor; y entonces comencé a imaginar un futuro donde la tecnología estaría tan avanzada, que podría librar al mundo de la discapacidad”, explica el ingeniero.

Actualmente, es profesor asociado en el Programa de Arte y Ciencias del MIT, y en la División Ciencias de la Salud y Tecnología de Harvar- MIT. Como líder del grupo de investigación en el área de Biomecatrónica en el MIT Media Lab, se enfoca en el desarrollo de sistemas robóticos que aumenten la capacidad física humana. La mayoría de sus diseños son para personas con dificultades y situaciones similares a las suyas.

Herr ha publicado más de 60 documentos peer-reviewed en el área de rehabilitación y es titular (o cotitular) de más de 10 patentes, 4 relacionadas con dispositivos de asistencia, incluyendo rodillas artificiales controladas por computadora, 5 disponible en el mercado como Rheo Knee, 6 una órtosis activa de tobillo y pie y la primera prótesis electrónica de tobillo-pie en el mundo.

Todo esto está provocando un avance en el relativamente nuevo campo de la ingeniería biónica que, por medio de principios en biomecánica y control neural, marca la pauta para el diseño en dispositivos en el área de rehabilitación y mejora de capacidades motrices. La meta es lograr rehabilitar completamente a pacientes que han sufrido amputaciones, así como aumentar capacidades físicas de aquellos con fisiología intacta.

En una entrevista realizada por Javier Anzorena, del diario ABC de España, Herr planteó que estamos llegando a la Era Biónica, porque “Se está produciendo una fusión de campos clave relacionados con la biónica, como el aprendizaje de las máquinas, la ingeniería de tejidos o la robótica. Todas están convergiendo en este momento de la historia”.

En este sentido, este biofísico del MIT es enfático en afirmar que “estamos en la edad en la que comenzamos a ver la integración de la tecnología en el cuerpo humano. Esos diseños son más que herramientas. Cuando implantamos una de nuestras piernas biónicas en los pacientes una reacción habitual es que digan “me han devuelto mi cuerpo, me han devuelto mi pierna”. Lo siento, pero cuando a alguien le das un martillo no piensa que le has devuelto su cuerpo”.

Cuando se le pregunta cuánto mejoraremos el cuerpo con esta tecnología Herr habla de lo que ya es posible: Nosotros fuimos los primeros en construir un exoesqueleto de una pierna para una persona que tenía todas sus extremidades, en 2014. Ya tenemos exoesqueletos que mejoran la capacidad humana. En los próximos años y décadas, veremos estructuras de este tipo con aplicaciones increíbles: nos permitirá correr más rápido, con menos gasto de energía, con menos desgaste de nuestro cuerpo… Es apasionante”.

Posibilidades biónicas que no sólo se usarán en la discapacidad, para reparar órganos o partes del cuerpo, sino cuando queramos mejorar nuestra capacidad. “Hay gente con una patología en una extremidad que quiere recuperar la normalidad. Y hay gente con una fisiología normal que quiere mejorar su capacidad con un exoesqueleto”, indica Herr.

Herr plantea, desde otra perspectiva, lo que significa el avance tecnológico, con todo un análisis proyectivo: “A medida que nos adentremos en el siglo XXI, nos preguntaremos una y otra vez qué significa ser humano. Si reemplazas las cuatro extremidades de un humano con máquinas, ¿es esa persona todavía humana? Este siglo tendrá que enfrentarse a cuestiones filosóficas muy interesantes sobre la naturaleza de lo humano”, señala.

Esperamos que Herr y otros científicos logren perfeccionar estas fabulosas invenciones para, no sólo hacer más inclusivas estas herramientas, en pos de una vida normal a los dispacitados, mejorar la capacidad humana ante el dolor y la vejez.

 

 

 

 

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