Por Felicia Saturno Hartt. Foto: Getty Images.-  Reporteros Sin Fronteras (RSF) denunció que cifra de periodistas profesionales tras las rejas, se ha elevado en 2016 hasta los 187, un 22% más que el año anterior, lo que refleja una tendencia "dramáticamente al alza".

Si se suman los arrestos de colaboradores (15) y las de los llamados periodistas-ciudadanos o blogueros (146), la cifra total de periodistas encarcelados llega a los 348, un 6 % más que en 2015.

Entre los incrementos registrados se incluye el que se haya duplicado el número de mujeres encarceladas (21), lo que para RSF demuestra que cada vez son más las que ejercen ese oficio, pero también "el desastre en el que se ha sumido Turquía, que acumula la tercera parte de las detenidas en el mundo".

El balance anual de la organización, cerrado el pasado 1 de diciembre, añade que otros 52 periodistas fueron tomados como rehenes, de ellos 26 en Siria, 16 en Yemen y 10 en Irak, así como que uno está desaparecido, frente a los ocho del 2015.

Los 52 secuestros suponen nueve casos menos que en 2015, pero la ONG con sede en París recuerda que ese año registró cifras particularmente elevadas, con un incremento del 35 % respecto a 2014. Todos esos casos se dieron en zonas de conflicto en Oriente Medio y afectaron a varones, de los cuales el 89 % eran periodistas locales que a menudo trabajan por su cuenta "en condiciones precarias y muy arriesgadas".

El grupo yihadista Estado Islámico (EI), según sus cálculos, fue responsable de 21 de esos secuestros, atacando a periodistas que no son leales a su ideología fundamentalista y a aquellos que difunden información desde los territorios controlados.

Su resumen anual destaca además que Turquía se ha convertido en "la mayor prisión para los periodistas profesionales" debido a la caza de brujas que siguió al fallido golpe de Estado del pasado julio, con más de un centenar de encarcelamientos.

"Por lo general, basta con hacer alguna crítica al poder, o tener cierta empatía con el movimiento de (el predicador Fethullah) Gülen o el movimiento político kurdo, para que se envíe a un periodista a prisión, sin que la Justicia considere necesario probar su implicación en actividades criminales", dice la ONG.

China sigue siendo por otra parte la mayor cárcel para quienes se dedican a la información, con 103 periodistas encarcelados en total, y le siguen en ese listado negro Siria (28), Egipto (27) e Irán (24).

"Estos ataques han afectado el derecho a la información de millones de ciudadanos. Los principales problemas a escala internacional, como las cuestiones medioambientales y la lucha contra el extremismo violento, no pueden resolverse sin el trabajo esencial de los periodistas", insistió RSF.

La organización subrayó la urgencia de que los periodistas puedan realizar su trabajo en un ambiente seguro y de acabar con la impunidad de la que gozan los autores de estos ataques.

Ante los riesgos "cada vez más numerosos" a los que se enfrenta el sector, RSF reclamó de nuevo crear la figura de un "representante especial del secretario general de Naciones Unidas para la seguridad de los periodistas", que tenga capacidad de actuar con rapidez y legitimidad para coordinar los esfuerzos.

Reporteros Sin Fronteras o RSF es una organización no gubernamental internacional de origen francés cuyo objetivo, según declara en su presentación, es defender la libertad de prensa en el mundo y, en concreto, a los periodistas perseguidos por su actividad profesional.

Fue fundada por su actual secretario general, Robert Menard, y tiene su sede permanente en París. En el año 2005, RSF recibió el Premio Sájarov a la libertad de conciencia, que otorga el Parlamento Europeo, compartido con el movimiento Damas de Blanco y el abogado nigeriano Hauwa Ibrahim.

RSF es miembro de la Organización Intercambio Internacional por la Libertad de Expresión (IFEX), una red mundial que agrupa a asociaciones en defensa de la libertad de expresión.

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Redacción y foto: Ecos.- El Gobernador de Antioquia Luis Pérez Gutiérrez sostuvo desde el Congreso de la República que el corregimiento de Belén de Bajirá, sería un municipio de ese departamento.

“Ese es un asunto que debemos tratar de inmediato y lo vamos a llevar al Consejo de Gobierno" aseveró aseveró el mandatario regional tras señalar que con la decisión de las comisiones de ordenamiento territorial del Congreso, llevaremos a cabo dicha propuesta a ver si de una vez podríamos crear un municipio que se llame Belén de Bajirá  y tenerle toda su autonomía, recursos propios y llamar a elección popular para que elijan alcalde”.

El Gobernador Pérez resaltó en forma positiva la decisión de dichas células legislativas de devolver al Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) el informe que esta entidad presentó  sobre los límites del corregimiento de  Belén de Bajirá entre Antioquia y Chocó, por inconsistente.

Pérez Gutiérrez destacó y se mostró de acuerdo con la decisión de dicha célula legislativa que exhorta al Ministerio del Interior para que eleve una consulta previa en la región, sobre la disputa que tienen los habitantes de ese corregimiento y que está en una controversia de territorialidad entre el departamento de Antioquia y El Chocó.

“El Senado y la Cámara ha tomado la decisión de devolver el informe del IGAC porque no era el adecuado” sostuvo el Gobernador de Antioquia, al resaltar que para eso es la democracia. “Hoy Antioquia tiene que estar feliz porque hemos logrado conservar la integridad del territorio”, afirmó Pérez Gutiérrez en su intervención ante dichas comisiones de Senado y Cámara de Representantes.

Fue contundente en señalar que el  IGAC “no puede hacer una raya y remendar el mapa de un país. La ley claramente dice que hay que estudiar qué ha pasado históricamente en los territorios”.

Finalmente destacó que quitarle al departamento ese territorio significa una modificación al censo electoral y para eso “se requieren leyes especiales y desmembrar un territorio que lleva 100 años en Antioquia y tiene muchas complejidades jurídicas y legislativas, eso es lo que hoy se ha demostrado”.

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Redacción Ecos. Foto Leonardo Vargas.- La decisión de la Corte Constitucional de declarar exequible el Fast Track, le abrió paso al Congreso de la República, para implementar el acuerdo de paz entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc que permiten iniciar el camino de la reconciliación y la convivencia en Colombia, después de más de cinco décadas de conflicto armado.

En ese sentido, los Ministros del Interior, Defensa, y Justicia, radicaron el primer proyecto de ley que compromete al Senado y la Cámara de Representantes a sesionar de manera permanente para agilizar el trámite de las diferentes iniciativas que le dan el soporte jurídico a la paz.

El presidente del Congreso Mauricio Lizcano, señaló que el primer proyecto es el de amnistía que permite brindarle seguridad jurídica a los integrantes de las Farc que se desmovilicen.

"Este miercoles se designan los ponentes y será  radicado el texto con el que se inicia la discusión. El lunes 19 de diciembre se iniciará el debate y la aprobación en las comisiones primeras conjuntas. Se espera que entre el 26 y 28 de diciembre esta iniciativa quede aprobada en plenarias", resaltó el Presidente del senado Mauricio Lizcano.

De otra parte el ministro del interior Juan Fernando Cristo  anunció que esta semana será radicado el acto legislativo que crea el partido qué le dará participación política a las FARC, así mismo la reforma constitucional que permite crear la justicia especial para la paz y el que crea la Unidad para el Desmantelamiento de Organizaciones Criminales, entre otros.

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Por Giovanni Décola.-La Corte Constitucional acaba de avalar el mecanismo transitorio especial, para la implementación de los acuerdos de la Habana, mediante el cual, el Congreso puede dictar leyes o hacer reformas constitucionales a través de un trámite más acelerado.

Todas las leyes o reformas constitucionales para implementar los acuerdos con las FARC deben ser de iniciativa gubernamental, y en el caso de las primeras, solo se requerirá de dos votaciones en el Congreso y cuatro para las segundas. En el trámite especial sesionarán conjuntamente las comisiones de Senado y Cámara y entre una votación y otra, no pasarán más de ocho días.

Igualmente, el Gobierno en el término de 180 días, podrá dictar Decretos con fuerza de Ley, cuando lo estime pertinente y en aras de garantizar el cumplimiento de los acuerdos con la guerrilla insurgente.

No obstante, la Corte Constitucional afirmó, que el Congreso deberá determinar y ratificar en la primera de las leyes, que la refrendación de los acuerdos, mediante el Congreso, fue suficiente, en virtud de ser el constituyente  derivado y depositario de la refrendación popular que exigía el artículo 5° del acto legislativo por la paz.

El Gobierno no ocultó su satisfacción por la decisión del máximo tribunal constitucional, pues no solo se requieren leyes urgentes, como la de amnistía a los miembros de la organización guerrillera, sino para garantizar el cese al fuego y de hostilidades, que hubiesen entrado en la incertidumbre, en caso de dilatadas sesiones legislativas.

Igualmente, era importante dicho mecanismo, para que las leyes y reformas constitucionales que se requieran para la implementación de los acuerdos, se hicieran en un plazo breve y razonable, evitando su cercanía con las próximas elecciones parlamentarias  en marzo de 2018 y las presidenciales de mayo de esa misma anualidad, lo cual hubiese dado un toque de suspicacia a cada norma que se aprobara, las cuales hubiesen tenido un cálculo de tinte electoral, en beneficio de los partidos y candidatos y no, del país nacional.

 

Este espaldarazo de la Corte a la paz, también deberá entenderse, no solo como un voto de confianza al Parlamento, sino como un exhorto para actuar con la mayor responsabilidad y sensatez, donde el fervor patriótico y entusiasmo por la paz, no podrá traducirse, en ningún caso, como un salvoconducto para infringir el ordenamiento jurídico, pues todas las normas allí aprobadas, tendrán el posterior control de la misma Corte Constitucional, y en algunos casos, cuando el Gobierno y el Congreso, lo estimen pertinente, algunas normas podrán ser sometidas a referendo, mediante voto popular.

Si la refrendación de los acuerdos, fue difícil, su implementación y ejecución, no se hacen esperar. Confiemos que el Gobierno y el Congreso, actúen con la grandeza que el pueblo espera de ellos, pues la paz, si ha de venir, debe ser para quedarse, y ello implica, hacer las cosas con tino y mucha sabiduría.

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Por Felicia Saturno Hartt. Foto: IEP.- “En el 2016, el mundo se convirtió en un lugar menos pacífico, reforzando un deterioro subyacente de la paz mundial que ya lleva una década, impulsado principalmente por un aumento en el terrorismo y niveles más elevados de inestabilidad política.” La décima edición del Índice de Paz Global (GPI), realizado por el Instituto para la Economía y la Paz (IEP) expresa, de forma contundente, esta peligrosa afirmación.

En el Índice se categorizan 163 países y territorios de acuerdo a sus niveles de paz y se mide, principalmente, tres grandes temas: los niveles de seguridad en la sociedad, el alcance de los conflictos domésticos y/o internacionales y el grado de militarización.

México, en América Central y El Caribe, se encuentra en el lugar 140 de los 163 países medidos, solo por encima de India, Egipto y Venezuela y hasta el final del ranking regional, debido al gran número de personas desaparecidas por la guerra contra las drogas.

El reporte también destaca que México fue uno de los que más aumentaron el número de muertes debido a conflictos internos, junto con Siria, Irak, Nigeria y Afganistán.

Los datos más relevantes que presenta el estudio del Instituto para la Economía y la Paz (IEP) son los siguientes:

1)    El mundo se vuelve cada día en un lugar menos pacífico. Los niveles de paz, a nivel mundial, continúan deteriorándose al mismo tiempo que la brecha entre los países más y menos pacíficos se intensifica.

2)    El mundo vive una desigualdad sin precedentes en sus niveles de paz. Los conflictos en Medio Oriente y en la Región de África del Norte se han intensificado.

3)    En los últimos tres años, asimismo, el Gasto Militar Global ha decaído en un 10%.

4)    Los conflictos internacionales y domésticos han exponenciado.

5)     Otro grave problema es el de los refugiados y las personas desplazadas, los cuales alcanzan ya los 60 millones de personas, casi 1% de la población mundial.

6)    81 países mejoraron sus niveles de paz, mientras que 79 empeoraron y estos declives fueron mayores que las mejores, razón por la cual el nivel de paz global cayó 0.53% comparado con el año pasado.

7)    De los 23 indicadores cuantitativos y cualitativos que mide el informe, los dos que más cayeron fueron el impacto del Terrorismo y la Inestabilidad Política. Las muertes causadas por Terrorismo aumentaron 80% comparado con el año pasado.

8)    Islandia continúa siendo la nación más pacífica, seguida por Dinamarca, Austria, Nueva Zelanda y Portugal.

9)    Los últimos cinco lugares del conteo,  son países en donde hay graves conflictos armados como Siria, Sudán del Sur, Irak, Afganistán y Somalia.

10)                      79 países registraron peores resultados. Yemen, Ucrania y Turquía están a la cabeza en cuanto a los graves deterioros documentados este año. Turquía ha bajado del puesto 138 en la clasificación (de un total de 162) hasta el 145. El país cae en la clasificación mundial del IPG2016 con peores resultados en los indicadores de "intensidad de conflicto interno" y en el "impacto del terrorismo".

11)                      La violencia también tiene un impacto significativo en la economía global. En 2015, éste fue 13.3% del PIB mundial o $1,876 dólares por cada persona del mundo.

El filántropo y empresario australiano Steve Killelea, Fundador y Presidente Ejecutivo del IEP, expresó que la caída en la paz global –"de un 4-5%"– "es la mayor en los últimos seis años", y a ello han contribuido factores clave como "los conflictos desarrollados en Oriente Medio".

Killelea destacó el "incremento de la actividad terrorista, la inestabilidad política y los persistentes conflictos internos" como otros indicadores que han tenido un impacto en el Índice.

Oriente Medio y África, los menos pacíficos

El estudio detectó que "los conflictos internos en la región de Oriente Medio y África (MENA) se arraigaron más" durante este año al tiempo que las partes externas se han ido implicando cada vez más en esos conflictos, con el consiguiente aumento de las "guerras indirectas" entre naciones. Esta región es la menos pacífica según el Índice de Paz Global.

Esto ya era evidente en el caso de Siria, según Killelea, "con el conflicto entre el régimen de Bachar al Asad y los múltiples actores no estatales" y ahora se ve en "otros países como Yemen".

Los focos del terrorismo

Desde otro punto de vista, mientras que la mayor parte de la actividad terrorista se concentró mayoritariamente en cinco países (Siria, Irak, Nigeria, Afganistán y Pakistán) la amplitud del Terrorismo se está expandiendo, y solo el 23% de los países incluidos en el Índice no han experimentado ningún acto terrorista.

Por regiones, Europa vuelve a ser la más pacífica pero su ránking se ha visto reducido a raíz de los atentados terroristas cometidos en París y Bruselas por el grupo yihadista ISIS. En ese continente, las muertes por acciones terroristas se han doblado en los últimos cinco años.

El informe destacó que el número de refugiados y desplazados ha aumentado de forma dramática en la última década hasta 60 millones de personas entre 2007 y 2016, casi el 1% de la población mundial.  En Sudán del Sur y Somalia el 20% de la población ha tenido que huir de sus hogares. En Siria el porcentaje se eleva hasta el 60%.

Datos por regiones

En el caso de Norteamérica, el Índice encuentra un pequeño retroceso en el caso de Canadá debido al incremento en las importaciones y exportaciones de armas.

En la región de Asia-Pacífico, el nivel de paz permaneció prácticamente invariable desde 2015, con progresos de países como Indonesia, Timor Oriental, Birmania y Tailandia, mientras que las tensiones en el Mar del Sur de China han tenido impacto en las relaciones externas entre China, Vietnam y Filipinas.

También avanzó Centroamérica y el Caribe, siendo Costa Rica el país con mejor posición por sus bajos niveles de militarización. Esta región, así como varios países de América del Sur (Brasil, Colombia, Venezuela) se sitúa como una de las peores en cuanto a homicidios.

América del Sur, por su parte, registró progresos en su puntuación general desde 2015 debido a los menores niveles de conflicto internacional y militarización. No obstante, se detectó una significativa agitación social en Venezuela y en Brasil, donde la inestabilidad política aumentó meses antes del comienzo de los JJOO en Río de Janeiro este verano.

El deterioro en la región del África Subsahariana enmascara las variaciones entre países, como las mejoras de Chad, Mauritania y Níger frente a la amenaza que representan los grupos terroristas.

Rusia y Eurasia sigue siendo la tercera región menos pacífica por la situación de Ucrania ante el conflicto entre las fuerzas separatistas pro Rusia, mientras el sur de Asia es la segunda región menos pacífica por el deterioro de países como Afganistán, Nepal, Bangladesh e India.

La región de Oriente Medio y África registró el mayor empeoramiento con el recrudecimiento de la guerra civil en Siria y Yemen y las intervenciones externas.

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Por Felicia Saturno Hartt. Foto: Ekinder Debebe/ONU Press.- El portugués António Guterres, ex Primer Ministro de Portugal y ex Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados,  fue investido este lunes como nuevo Secretario General de Naciones Unidas, para el periodo 2017-2021, en una ceremonia en la que delineó los principios que regirán su trabajo al frente de la Organización.

"Yo, António Guterres, juro solemnemente ejercer con toda la lealtad, discreción y conciencia las funciones que se me confían como Secretario General de Naciones Unidas", expresó en inglés ante el pleno de la Asamblea General.

En su discurso Guterres afirmó que en el mundo actual, el miedo se ha convertido en catalizador de las decisiones de mucha gente que ha perdido la confianza en sus Gobiernos y en las instituciones internacionales. Para afrontar esta situación, señaló, los dirigentes deben escuchar y demostrar que les importan tanto sus pueblos como la estabilidad mundial.

“Y es hora de que las Naciones Unidas hagan lo mismo: reconocer sus deficiencias y reformar su funcionamiento. Esta Organización es la piedra angular del multilateralismo, y ha contribuido a forjar decenios de relativa paz. Sin embargo, los desafíos están superando nuestra capacidad de respuesta. La ONU debe estar preparada para cambiar. Nuestra deficiencia más grave, y me refiero aquí a toda la comunidad internacional, es nuestra incapacidad de prevenir las crisis. Las Naciones Unidas nacieron de la guerra. Hoy debemos cuidar la paz”, expresó el alto funcionario.

En este contexto, Guterres pugnó por la prevención de los conflictos y afirmó que eso exige abordar sus causas apegándose a los tres pilares de la ONU: la paz y la seguridad, el desarrollo sostenible y los derechos humanos. Advirtió que cuando falla la prevención, el sufrimiento aumenta y los conflictos se agudizan y exigen mayores esfuerzos para su resolución.

El nuevo Secretario General aseveró que los desafíos de hoy hacen imperativa una reforma profunda y continua de la ONU y adelantó que las prioridades para el cambio durante su mandato serán la labor en pro de la paz, el apoyo al desarrollo sostenible y la gestión interna del Organización.

“Las Naciones Unidas tienen que ser ágiles, eficientes y eficaces. Deben centrarse más en los resultados y menos en el proceso; más en las personas y menos en la burocracia”, apuntó Guterres. Añadió, en este renglón, que la ONU debe ser capaz de comunicar clara y ampliamente lo que hace, con un lenguaje que todo el mundo pueda entender.

Guterres reconoció que la Organización no puede cumplir su misión por sí sola y se pronunció a favor de las alianzas. “Deberíamos tener la humildad de reconocer el papel fundamental de otros agentes, manteniendo al mismo tiempo la plena conciencia de nuestro singular poder de convocatoria”, apuntó.

Finalmente, sostuvo que el deber de Naciones Unidas para con los pueblos a los que sirve es trabajar juntos para sustituir el miedo a los demás por confianza en los valores que unen a la gente y en las instituciones que la sirve y protege.

“Con mi contribución a las Naciones Unidas me propongo inspirar esa confianza, y pondré todo de mi parte al servicio de nuestra humanidad común”, señaló el ex primer ministro portugués.

Guterres se comprometió además a no aceptar instrucciones de ningún gobierno u otra autoridad en el ejercicio de sus responsabilidades. El portugués, que entre 2005 y 2015 trabajó como Alto Comisionado de ACNUR, fue elegido el pasado mes de octubre por los 193 estados miembros para dirigir la organización y asumirá el cargo el 1 de enero.

Desde el principio del proceso de selección, el portugués destacó como el gran favorito, imponiéndose a una docena de personalidades que aspiraban también al cargo.

Naciones Unidas escenificó en el acto de este lunes el traspaso de poderes, dando la bienvenida al próximo secretario general y rindiendo tributo a Ban Ki-moon. El diplomático surcoreano se mostró convencido de que Guterres "navegará con éxitos" los muchos desafíos del cargo y llevará a la organización a nuevos logros.

El secretario general destacó, en ese sentido, que pasa el testigo a un hombre "de integridad y principios". La Asamblea General reconoció la labor de Ban Ki-moon con la aprobación de una resolución destacando su liderazgo al frente de la organización.

"Durante los últimos diez años, el Secretario General Ban ha liderado la ONU con inquebrantables principios para el bien", señaló el Presidente de la Asamblea General, Peter Thomson.

Como grandes pilares del legado de Ban Ki-moon, Thomson destacó el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, las Nuevas Estrategias de Desarrollo y su trabajo en favor de la Igualdad de Género.

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Por Luis Fernando García Forero.- La reunión de la Junta Directiva del Polo Democrático Alternativo el fin de semana, no avizoró una luz de unidad en esa importante colectividad de la Izquierda Colombiana. Las tendencias por la lucha de la candidatura presidencial para el 2018, los distanció de extremo a extremo.

 

Mientras que el Senador Jorge Robledo es partidario de llevar candidato propio a las elecciones presidenciales, otro grupo liderado por su colega Iván Cépeda, considera que el Polo debe hacer parte de la nueva Unidad Nacional por la Paz, en la cual estén presentes los partidos y movimientos políticos y organizaciones sociales que respaldaron el Sí en el Plebiscito por la Paz.

 

El Senador Robledo pregona que incorporar el Polo al posible gobierno de transición significa “convertirse en un apéndice de Santos y sus políticas neoliberales, representadas en los partidos de la Unidad Nacional”.

 

En cambio, Cepeda estima oportuno que la colectividad se integre a una nueva coalición por la Paz, en la cual no descarta que el candidato ungido provenga de las raíces del mismo Polo Democrático Alternativo.

 

Cepeda crítica que surja una candidatura, que se dice de convergencia, pero excluye a una cantidad muy significativa de sectores, al referirse a que varios delegados que hacen parte de las minorías poblacionales y de la Comunidad LGBTI, fueron excluidos en la reunión del fin de semana.

 

Además, señaló que el malestar se presentó luego de conocerse que varios delegados a la Junta Nacional no se tuvieron en cuenta por una serie de trámites que se realizaron ante el Consejo Nacional Electoral: “esa fue una circunstancia que nos hizo abandonar la Junta Nacional” dijo Cepeda.

 

Fue claro en manifestar que dentro de la colectividad ellos se encuentran totalmente identificados como una fuerza de oposición y que “nunca hemos renunciado a esa condición”.

 

Blanco es gallina lo pone, es lo que se concluye del Senador Cepeda cuando hace referencia a la candidatura de Jorge Robledo de la corriente del MOIR y quien es apoyado por el ex Senador Jaime Dussan.

 

Seguidores del Senador Jorge Robledo califican a sus copartidarios que apoyan a Cepeda de ser “santistas solapados”.

 

El Senador Robledo se preguntó si “se va a usar el proceso de paz como pretexto para volvernos santistas” y al referirse a la ministra de trabajo, Clara López,  fue reiterativo en señalar que el Polo no la está respaldando.

 

En su cuenta de Twitter el Senador Robledo dijo que “el debate principal en el Polo es que Clara López e Iván Cepeda quieren un acuerdo con Santos para el 2018 y este domingo el Polo decidió que no”.

 

El bloque representado por los Congresistas Iván Cepeda, Senén Niño, Alirio Uribe y varios líderes sociales de todo el país, señalaron en un comunicado, que respetando los estatutos internos del Partido, tomaron la decisión de retirarse del recinto por considerar que existió una falta de garantías y una serie de irregularidades promovidas por la facción del Partido liderada por el Senador Jorge Enrique Robledo del MOIR y Jaime Dussan.

 

Así las cosas, no hay duda que la división es evidente, que los extremos del Polo se alejaron más y todo lleva a que será difícil un consenso en torno a una candidatura respaldada unánime o consensualmente para las elecciones presidenciales del 2018.

 

La dirigente Aída Avello escribió en su cuenta de Twitter que “El MOIR acusa a Iván Cepeda y Polo Paz de cobardes y santistas solapados. Nosotros sabemos que sus tesis son democráticas y de amplitud” y agregó que “Actitudes intransigentes de Robledo y (Jaime) Dussán solo ayudan a proyectar una izquierda cerrada y sectaria”.

 

Hasta la misma guerrilla de las Farc se refirió al tema: “Sorprende que en momento trascendental para Colombia sectores que se proclaman de izquierda descalifiquen a otros comprometidos con los cambios”, sostuvo Pastor Alape.

 

Es tan honda la crisis al interior de esa colectividad que el Vicepresidente Nacional y de Asuntos Poblacionales, Julio César Mancera, presentó su renuncia irrevocable por considerar que el partido perdió su identidad.

 

Aunque el Senador Cepeda dijo en Twitter que “Llama la atención que algunos se escandalicen por debate en el Polo. Todos los partidos tienen diferencias. Déjenos debatir tranquilos”, eso no se siente al interior de la militancia y de la óptica de la política nacional.

 

Se denota que la diferencia ideológica está presente en las dos corrientes al interior del partido: la que respalda al Senador  Jorge Enrique Robledo y la otra, de la Ministra de Trabajo Clara López.

 

Según el Senador Robledo, la reunión del fin de semana permitió establecer que “el Partido se mantiene en oposición al gobierno de Santos, que la Ministra Clara  López no está en representación del Polo y por ello sus posiciones no nos comprometen.

 

Asimismo el Polo no hará parte del proyecto de gobierno de transición con el Santismo y la Unidad Nacional, así se amplíe con otros sectores, ni llegará a acuerdos con el Centro Democrático” enfatizó Robledo y añadió que “en definitiva el Polo Democrático Alternativo presentará a los colombianos su propio candidato para la Presidencia en el 2018, mantendrá el respaldo al Proceso de Paz y a su trámite en el Congreso e implementación, al igual que el respaldo a los Diálogos con el Eln”.

 

En conclusión,  al Polo lo une el Proceso de Paz, pero en su interior, las distancias de extremo a extremo y de sur a norte, conducen a un debilitamiento en su espectro político, que seguramente va a ser asumido por nuevas corrientes de izquierda, incluida, la nueva FARC, y que amenazarían seriamente su propia subsistencia política. 

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Redacción Ecos. Foto: SIG.-Quien estuvo al frente del equipo negociador del Gobierno y que llevó a la firma del acuerdo con la guerrilla de las Farc para alcanzar la paz en Colombia, Humberto De La Calle Lombana fue categórico en señalar que  la implementación de lo que se acordó, no da espera para iniciar y asegurar el camino al posconflicto que lleva a una convivencia pacífica entre los colombianos.

De La Calle Lombana en dialogo con Caracol Radio, insistió en la urgencia de expedir las normas que permitan la implementación del Acuerdos de Paz, firmado en el Teatro Colón de Bogotá. 

“Necesitamos entender que esto no da espera. Hay que buscar vías rápidas tanto en lo jurídico, como en la puesta en marcha y la implementación en la vida real de lo que se acordó”, aseveró De la Calle desde Estocolmo en el diálogo con esa cadena radial colombiana.

Por su parte otro de los negociadores Frank Pearl, fue enfático en destacar que se trata de una oportunidad para que los colombianos se enfoquen y superen  los problemas que históricamente vienen afectando especialmente a la población más vulnerable. 

“Queremos un buen sistema de justicia, una economía moderna, formalizada y que tenga en cuenta a todos los colombianos. Así mismo un sector público, eficiente, transparente y sin corrupción”, sostuvo Pearl quien agregó que “eso nos une a todos para empeñarnos en trabajar juntos”. 

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Por Redacción Ecos. Foto: Reuters.- La ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz, que se realiza tradicionalmente todos los 10 de diciembre, en la capital noruega, Oslo, manifestó este sábado un emotivo y trascendente hecho: no sólo era una personalidad política meritoria quien recibía el galardón, sino que se convirtió en "un tributo para el pueblo colombiano”.

“Nuestro tributo corresponde más que todo a los representantes de las víctimas de la guerra civil, de las cuales varios están presentes hoy día. Ellos cargan sus propias historias doloridas y son además capaces de representar a las demás víctimas. Saludamos a todas estas personas intrépidas y les agradecemos en reverencia”, fue el mensaje del Comité del Premio Nobel.

Berit Reiss-Andersen presentó en la ceremonia el discurso de la Presidenta del Comité, Kaci Kullman Five, quien no estuvo presente en los actos por problemas de salud.

“Un pueblo que, a pesar de grandes penurias e innumerables abusos, nunca ha perdido la esperanza de una paz justa (…). Nuestro tributo corresponde más que todo a los representantes de las víctimas de la guerra civil”, afirmó.

En el discurso, la vocera del Comité del Nobel expusó una visión de los devastadores efectos del conflicto: “Más de 220.000 colombianos han perdido la vida (…). Cuatro de cinco de los asesinados han sido civiles no beligerantes. Además, entre cinco y siete millones de colombianos han sido forzados a refugiarse, de los cuales muchos más tarde han vivido como ‘habitantes desplazados’ dentro en su propio país”.

Con sentida precisión se definió que: “el conflicto armado entre las autoridades de Colombia, los grupos guerrilleros revolucionarios de las FARC y del ELN además de diferentes grupos paramilitares es la guerra civil de nuestro tiempo de más larga duración. Los costos humanos y materiales del conflicto son casi inconcebibles y son difíciles de calcular. Los números solamente nos pueden dar una idea vaga, aunque horrorosa de la envergadura de los sufrimientos y de cómo la guerra ha caracterizado la vida de varias generaciones de colombianos todos los días.

A este tenor, destacó que iniciar un proceso de paz, por parte del Presidente Santos, fue una iniciativa que requirió de coraje político y gran perseverancia.

Además, resaltó el hecho de que después de los resultados adversos para el acuerdo firmado en Cartagena en el plebiscito refrendatorio del 2 de octubre, Santos declaró que no iba a renunciar y que seguiría trabajando con todas sus fuerzas.

En ese momento, tras el plebiscito, según lo señaló, hubo quienes opinaron que tal vez era muy temprano darle el Premio Nobel de Paz este año a Santos y que más bien se debería esperar un año más para ver si el proceso prosperaba.

“Sin embargo, el comité lo vio de manera diferente. En nuestra opinión no teníamos ningún tiempo para perder. Todo lo contrario, el proceso de paz se encontraba en un peligro inminente de fracasar y necesitaba todo el apoyo internacional que podía recibir. Además, estábamos nosotros completamente convencidos de que usted, señor Presidente, siendo el líder más elevado de Colombia, tenía que ser el que haría avanzar el proceso de paz”, añadió la vocera.

“Al darle el Premio Nobel de la Paz de 2016 al Presidente Juan Manuel Santos, el Comité Noruego del Nobel ha deseado alentarle a él y a todos los que trabajan para obtener paz, reconciliación y justicia en Colombia, a no rendirse. Los compromisos políticos rara vez son perfectos en su equilibro. Los acuerdos de paz son especialmente difíciles de equilibrar. Sin embargo es nuestra esperanza fervorosa que el acuerdo renegociado que ya se ha firmado por las partes y ha sido ratificado por el Congreso, represente una solución que le pueda dar al pueblo de Colombia paz y desarrollo positivo” expusó.

Reiss-Andersen en representación de la Presidenta del Comité reconoció que aún falta “un largo camino por recorrer” y que después de un conflicto armado de más de 50 años no se puede esperar una reconciliación de la noche a la mañana, pero invitó “a todos los colombianos a seguir el diálogo nacional y a seguir en el camino hacia la reconciliación”.

“El proceso de paz en Colombia tiene características claras que pueden servir como inspiración para procesos parecidos en otros países” manifestó enfáticamente el Comité.

Para finalizar la intervención, Berit Reiss-Andersen en nombre de la Presidenta del Comité, Kaci Kullman Five citó a otro ganador del Nobel de la Paz, el obispo Desmond Tutu, quien ha expresado unas palabras acordes con la situación actual de Colombia: “Perdonar y ser reconciliado con nuestros enemigos o con nuestros seres queridos no trata de pretender que las cosas sean diferentes de lo que son… La verdadera reconciliación expone el horror, el abuso, el sufrimiento, la verdad… Es arriesgado emprenderlo, pero al final vale la pena, porque solamente una confrontación honesta con la realidad puede traer curación verdadera”.

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Por redacción ECOS. Foto SIG.- El Presidente de Colombia Juan Manuel Santos ofreció el Premio Nobel de la Paz 2016, a los casi 50 millones de colombianos, especialmente a las víctimas que han sufrido los rigores de la guerra y fue contundente en señalar que lo imposible puede ser posible y que para cortar de raíz los conflictos y la construcción de la paz, se debe reconocer que “nuestro pueblo se llama el mundo y nuestra raza se llama humanidad”.

El Jefe de Estado colombiano destacó que no habían pasado cuatro días desde los inesperados resultados del plebiscito, cuando el Comité Noruego anunció la decisión del otorgarle el Premio Nobel y que fue sorprendente para él: “debo confesar que esta noticia llegó como un regalo del cielo. En un momento en que nuestro barco parecía ir a la deriva, el Premio Nobel fue el viento de popa que nos impulsó para llegar a nuestro destino: ¡el puerto de la paz!

Lleno de aplausos y con un mensaje de esperanza de que “el sol de la paz brilla por fin en el cielo de Colombia” el Presidente Santos fue enfático en resaltar que “humanizar la guerra no es solo limitar su crueldad, sino también reconocer en el contrincante a un semejante, a un ser humano”.

Ante sus majestades Altezas Reales; distinguidos miembros del Comité Noruego del Nobel; personalidades del mundo y la delegación colombiana encabezada por las víctimas, Santos aseveró que “la guerra que causó tanto sufrimiento y angustia a nuestra población, a lo largo y ancho de nuestro bello país, ha terminado”.

Reconoció el revés que tuvo con la pérdida del plebiscito donde ganó por una mínima diferencia el NO por el primer acuerdo, pero fue preciso en destacar que no se rindió y convocó a la Unidad Nacional para dialogar con los críticos, facilitando así un nuevo acuerdo que fue refrendado por el Congreso de la República.

En una emotiva y colorida ceremonia en la Alcaldía de Oslo, el Presidente Santos motivó muchos sentimientos a los presentes sobre la crueldad de la guerra en el mundo y resaltando los más de 50 años que ha vivido el conflicto colombiano, pero que gracias a la persistencia y al reconocer a las víctimas como elemento fundamental del proceso de paz, se ha logrado poner fin a  la conflagración en Colombia.

El jefe de Estado colombiano  en su discurso rompió el protocolo e hizo poner de pie a la delegación de las víctimas del país, que en minutos recibieron un fuerte y extendido aplauso, mientras el Presidente destacaba principalmente a Leyner Palacios quien perdió a 32 familiares en Bojayá, en el departamento del Chocó por el cruel atentado de las Farc en la iglesia de ese municipio chocoano.

El siguiente es el discurso del Presidente de Colombia Juan Manuel Santos al recibir el premio Nobel de la Paz 2016:

Tan solo seis años los colombianos no nos atrevíamos a imaginar el final de una guerra que habíamos padecido por medio siglo. Para la gran mayoría de nosotros, la paz parecía un sueño imposible, y era así por razones obvias, pues muy pocos –casi nadie– recordaban cómo era vivir en un país en paz.

Hoy, luego de seis años de serias y a menudo intensas, difíciles negociaciones, puedo anunciar a ustedes y al mundo, con profunda humildad y gratitud, que el pueblo de Colombia –con el apoyo de nuestros amigos de todo el planeta– está haciendo posible lo imposible.

La guerra que causó tanto sufrimiento y angustia a nuestra población, a lo largo y ancho de nuestro bello país, ha terminado.

Al igual que la vida, la paz es un proceso que nos depara muchas sorpresas.

Tan solo hace dos meses, los colombianos –y de hecho el mundo entero– quedamos impactados cuando, en un plebiscito convocado para refrendar el acuerdo de paz con las FARC, los votos del “No” superaron por estrecho margen a los votos del “Sí”.

Fue un resultado que nadie imaginaba.

Una semana antes, en Cartagena, habíamos encendido una llama de esperanza al firmar el acuerdo en presencia de los líderes del mundo. Y ahora, de repente, esta llama parecía extinguirse.

 

Muchos recordamos entonces un pasaje de Cien Años de Soledad, la obra maestra de nuestro Premio Nobel, Gabriel García Márquez, que de alguna manera reflejaba lo que estaba pasando:

“Era como si Dios hubiera resuelto poner a prueba toda capacidad de asombro, y mantuviera a los habitantes de Macondo en un permanente vaivén entre el alborozo y el desencanto, la duda y la revelación, hasta el extremo de que ya nadie podía saber a ciencia cierta dónde estaban los límites de la realidad”.

Los colombianos nos sentíamos como habitantes de Macondo: un lugar no solo mágico sino también contradictorio.

Como Jefe de Estado, entendí la trascendencia de este resultado adverso, y convoqué de inmediato a un gran diálogo nacional por la unión y la reconciliación.

Me propuse convertir este revés en una oportunidad para alcanzar el más amplio consenso que hiciera posible un nuevo acuerdo.

Me dediqué a escuchar las inquietudes y sugerencias de quienes votaron “No”, de quienes votaron “Sí”, y también de los que no votaron –que eran la mayoría–, para lograr un nuevo y mejor acuerdo, un acuerdo que toda Colombia pudiera apoyar.

No habían pasado cuatro días desde el sorprendente plebiscito, cuando el Comité Noruego anunció una decisión igualmente sorprendente sobre la concesión del Premio Nobel de Paz.

Y debo confesar que esta noticia llegó como un regalo del cielo. En un momento en que nuestro barco parecía ir a la deriva, el Premio Nobel fue el viento de popa que nos impulsó para llegar a nuestro destino: ¡el puerto de la paz!

Gracias, muchas gracias, por este voto de confianza y de fe en el futuro de mi país.

Hoy, distinguidos miembros del Comité Noruego del Nobel, vengo a decirles a ustedes –y, a través suyo, a la comunidad internacional– que lo logramos. ¡Llegamos a puerto!

Hoy tenemos en Colombia un nuevo acuerdo para la terminación del conflicto armado con las FARC, que acoge la mayoría de las propuestas que nos hicieron.

Este nuevo acuerdo se firmó hace dos semanas y fue refrendado la semana pasada por el Congreso de la República, por una abrumadora mayoría, para que comience a incorporarse a nuestra normatividad. El largamente esperado proceso de implementación ya comenzó, con el aporte invaluable de las Naciones Unidas.

Con este nuevo acuerdo termina el conflicto armado más antiguo, y el último, del Hemisferio Occidental.

Con este acuerdo –como dispuso Alfred Nobel en su testamento– comienza el desmantelamiento de un ejército –en este caso un ejército irregular– y su conversión en un movimiento político legal.

Con este acuerdo podemos decir que América –desde Alaska hasta la Patagonia– es una zona de paz.

Y podemos hacernos ahora una pregunta audaz: si la guerra puede terminar en un hemisferio, ¿por qué no pueden algún día los dos hemisferios estar libres de ella? Tal vez, hoy más que nunca, podemos atrevernos a imaginar un mundo sin guerra.

Lo imposible puede ser posible.

Alfred Nobel, el gran visionario cuyo legado nos reúne hoy, en el día exacto en que se cumplen 120 años desde su muerte, escribió alguna vez que la guerra es “el horror de los horrores, el más grande de los crímenes”.

La guerra no puede ser de ninguna manera un fin en sí misma. Es tan solo un medio, y un medio que siempre debemos tratar de evitar.

He sido líder en tiempos de guerra –para defender la libertad y los derechos de los colombianos– y he sido líder para hacer la paz.

Por eso puedo decirles, por experiencia propia, que es mucho más difícil hacer la paz que hacer la guerra.

Cuando es necesario, debemos estar preparados para luchar, y a mí me correspondió –como ministro de Defensa y como presidente– combatir a los grupos armados ilegales en mi país. Lo hice con efectividad y contundencia, cuando los caminos de la paz estaban cerrados.

Sin embargo, es insensato pensar que el fin de los conflictos sea el exterminio de la contraparte.

La victoria final por las armas –cuando existen alternativas no violentas– no es otra cosa que la derrota del espíritu humano.

Vencer por las armas, aniquilar al enemigo, llevar la guerra hasta sus últimas consecuencias, es renunciar a ver en el contrario a otro ser humano, a alguien con quien se puede hablar.

Dialogar… respetando la dignidad de todos. Eso es lo que hicimos en Colombia. Y por eso tengo el honor de estar hoy aquí, compartiendo lo que aprendimos en nuestra ardua experiencia.

El primer paso, uno crucial, fue dejar de ver a los guerrilleros como enemigos, para considerarlos simplemente como adversarios.

El general Álvaro Valencia Tovar –quien fuera comandante del Ejército de Colombia, historiador y humanista– me enseñó esta diferencia.

Él decía que la palabra “enemigo” tiene una connotación de lucha pasional y de odio que no corresponde al honor militar.

Humanizar la guerra no es solo limitar su crueldad, sino también reconocer en el contrincante a un semejante, a un ser humano.

Los historiadores calculan que durante el siglo XX murieron hasta 187 millones de personas por causa de las guerras. ¡187 millones! Cada una de ellas era una vida humana invaluable, alguien amado por su familia y sus seres queridos. Trágicamente, la cuenta sigue creciendo en este nuevo siglo.

Es bueno recordar ahora la incisiva pregunta de Bob Dylan, mi colega en la recepción del Premio Nobel este año, que tanto nos conmovió en los años sesenta a quienes fuimos jóvenes entonces:

“¡Cuántas muertes más serán necesarias hasta que comprendamos que han muerto demasiados! La respuesta, mi amigo, va volando con el viento”.

Cuando me preguntaban si yo aspiraba al premio Nobel, siempre respondía que para mí el verdadero premio era la paz de Colombia. Porque ese es el verdadero premio: ¡la paz de mi país!

Y esa paz no es de un presidente ni de un gobierno, sino de todo el pueblo colombiano, pues la tenemos que construir entre todos.

Por eso este premio lo recibo en nombre de cerca de 50 millones de colombianos –mis compatriotas– que ven, por fin, terminar una pesadilla de más de medio siglo que solo trajo dolor, miseria y atraso a nuestra nación.

Y lo recibo –sobre todo– en nombre de las víctimas; de más de 8 millones de víctimas y desplazados cuyas vidas han sido devastadas por el conflicto armado, y más de 220 mil mujeres, hombres y niños que, para nuestra vergüenza, han sido asesinados en esta guerra.

Los expertos me dicen que el proceso de paz en Colombia es el primero en el mundo que ha puesto en el centro de su solución a las víctimas y sus derechos.

Adelantamos esta negociación haciendo un gran énfasis en los derechos humanos. Y de esto nos sentimos muy orgullosos.

Las víctimas quieren la justicia, pero más que nada quieren la verdad, y quieren –con espíritu generoso– que no haya nuevas víctimas que sufran lo que ellas sufrieron.

El profesor Ronald Heifetz, fundador del Centro de Liderazgo de la Escuela Kennedy de Gobierno de la Universidad de Harvard, de donde me gradué, me dio un sabio consejo:

“Cuando se sienta desanimado, cansado, pesimista, hable siempre con las víctimas. Son ellas las que le darán ánimo y fuerzas para continuar”.

Y así ha sido. Siempre que pude, hablé con las víctimas de esta guerra y escuché sus desgarradoras historias. Algunas de ellas están aquí hoy, recordándonos por qué es tan importante que construyamos una paz estable y duradera.

Yo quisiera pedirles a las víctimas aquí presentes –en representación de las víctimas del conflicto armado en Colombia– que se pongan de pie para que reciban el homenaje que merecen.

Leyner Palacios es una de estas víctimas. El 2 de mayo de 2002, un mortero rudimentario lanzado por las FARC, en medio de un combate con los paramilitares, cayó en la iglesia de su pueblo –Bojayá–, donde sus habitantes habían buscado refugio.

Murieron cerca de 80 hombres, mujeres y niños, ¡la mayoría niños! En cuestión de segundos, Leyner perdió a 32 familiares, incluidos sus padres y tres hermanos menores.

Las FARC han pedido perdón por este hecho atroz, y Leyner, que ahora es un líder comunitario, los ha perdonado.

Y ésta es la gran paradoja con la que me he encontrado: mientras muchos que no han sufrido en carne propia el conflicto se resisten a la paz, son las víctimas las más dispuestas a perdonar, a reconciliarse, y a enfrentar el futuro con un corazón libre de odio.

Este premio pertenece también a los hombres y mujeres que, con enorme paciencia y fortaleza, negociaron en La Habana durante todos estos años. Ellos lograron un acuerdo que hoy podemos ofrecer como modelo para la solución de los conflictos armados que subsisten en el planeta.

Y me refiero tanto a los negociadores del Gobierno como a los de las FARC –mis adversarios–, que demostraron una gran voluntad de paz. Yo quiero exaltar esa voluntad de abrazar, de alcanzar la paz, porque sin ella el proceso hubiera fracasado.

Dedico, igualmente, este premio a los héroes de las Fuerzas Armadas de Colombia. Ellos nunca han dejado de proteger al pueblo colombiano, y entendieron muy bien que la verdadera victoria del soldado y del policía es la paz.

Y quiero hacer un reconocimiento especial –con toda la gratitud de mi corazón– a mi familia: a mi esposa y mis hijos, sin cuyo apoyo y amor esta tarea hubiera sido mucho más pesada.

 

Comparto, finalmente, este premio con la comunidad internacional que, con generoso y unánime entusiasmo, respaldó el proceso de paz desde sus inicios.

Y permítanme aprovechar esta ocasión para agradecer muy especialmente al pueblo noruego por su carácter pacífico y su espíritu solidario. Fue por estas virtudes que Alfred Nobel les confió la promoción de la paz en el mundo. Y debo decir que, en el caso de mi país, cumplieron su trabajo con gran efectividad.

Noruega y Cuba, en su rol como garantes; Chile y Venezuela, como acompañantes; Estados Unidos y la Unión Europea, con enviados especiales; todos los países de América Latina y el Caribe; incluso China y Rusia… todos tienen razones para participar del orgullo por este logro.

El Instituto Kroc de Estudios Internacionales de Paz, de la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos, concluyó –luego de un estudio detallado de los 34 acuerdos firmados en el mundo en las últimas tres décadas para poner fin a conflictos armados– que el acuerdo de paz en Colombia es el más completo e integral de todos.

El acuerdo de paz en Colombia es un rayo de esperanza en un mundo afectado por muchos conflictos y demasiada intolerancia.

Es una demostración de que lo que en un principio parece imposible –si se persevera– se puede volver posible, incluso en Siria o en Yemen o en Sudán del Sur.

La clave –en palabras del poeta inglés Tennyson– es “esforzarse, buscar, encontrar y no rendirse”.

Varias lecciones se pueden derivar del proceso de paz en Colombia, que quisiera compartir con el mundo:

Hay que prepararse y asesorarse debidamente, analizando qué falló en previos intentos de paz en el propio país, y aprendiendo de los éxitos y fracasos de otros procesos de paz.

Hay que fijar una agenda de negociación realista y concreta que resuelva los asuntos directamente relacionados con el conflicto, y que no pretenda abarcar todos los problemas de la nación.

Hay que adelantar las negociaciones con discreción y confidencialidad, para que no se conviertan en un circo mediático.

Algunas veces, para llegar a la paz, es necesario combatir y dialogar al mismo tiempo, una lección que aprendí de otro ganador del Premio Nobel, Yitzhak Rabin.

Hay que estar dispuestos a tomar decisiones difíciles, audaces, muchas veces impopulares, para lograr el objetivo final de la paz.

Esto significó, en mi caso, acercarme a gobiernos de países vecinos con quienes tenía, y aún tengo, profundas diferencias ideológicas.

El apoyo regional es indispensable para la solución política de cualquier guerra asimétrica. Hoy, por fortuna, todos los países de la región son firmes aliados en la búsqueda de la paz, que es el propósito más noble de cualquier sociedad.

También logramos algo muy importante, que fue convenir un modelo de justicia transicional que nos permite obtener el máximo de justicia sin sacrificar la paz.

No me cabe duda de que este modelo será uno de los grandes legados del proceso de paz de Colombia.

Señoras y señores: Hay una guerra menos en el mundo, ¡y es la de Colombia!

Esto, precisamente, es lo que celebramos hoy en Oslo, la misma ciudad que acogió el inicio de la fase pública de conversaciones con las FARC en octubre del año 2012.

Y debo decir que me siento honrado y al mismo tiempo humilde al unirme a la línea de valientes e inspiradores hombres y mujeres que, desde 1901, han recibido el más prestigioso de los premios.

El proceso de paz en Colombia –lo digo con profunda gratitud– es una síntesis afortunada de lo que hemos aprendido de ellos.

Los esfuerzos de paz en el Medio Oriente, en Centroamérica, en Sudáfrica, en Irlanda del Norte, cuyos artífices han recibido este galardón, nos mostraron el camino para avanzar en un proceso a la medida de Colombia.

También recogimos el legado de Jody Williams y la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersonal, igualmente ganadoras del Nobel.

Después de Afganistán, Colombia ostenta el vergonzoso record de ser el país con más minas y más víctimas de minas en el mundo. Nuestro compromiso es tener nuestro territorio libre de minas para el año 2021.

Hemos recibido, asimismo, el respaldo de otros galardonados, como la Unión Europea y el presidente Barack Obama, que han comprometido a sus países a apoyar el crucial proceso de implementación del acuerdo de paz en Colombia.

Y no puedo dejar pasar la oportunidad de reiterar hoy un llamado que he hecho al mundo desde la Cumbre de las Américas de Cartagena en el año 2012, y que condujo a una sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas en abril del presente año.

Me refiero a la urgente necesidad de replantear la Guerra mundial contra las Drogas, una guerra en la que Colombia ha sido el país que más muertos y sacrificios ha puesto.

Tenemos autoridad moral para afirmar que, luego de décadas de lucha contra el narcotráfico, el mundo no ha logrado controlar este flagelo que alimenta la violencia y la corrupción en toda nuestra comunidad global.

El Acuerdo con las FARC incluye el compromiso de este grupo de romper cualquier vínculo con el negocio de las drogas, y de contribuir a combatirlo.

Pero el narcotráfico es un problema global y requiere una solución global que parta de una realidad inocultable: la Guerra contra las Drogas no se ha ganado, ni se está ganando.

No tiene sentido encarcelar a un campesino que siembra marihuana, cuando –por ejemplo– hoy es legal producirla y consumirla en 8 estados de los Estados Unidos.

La forma como se está adelantando la guerra contra las drogas es igual o incluso más dañina que todas las guerras juntas que hoy se libran en el mundo. Es hora de cambiar nuestra estrategia.

En Colombia, también nos han inspirado las iniciativas de Malala, la más joven receptora del Premio Nobel, pues sabemos que solo formando las mentes, a través de la educación, podemos transformar la realidad.

Somos el resultado de nuestros pensamientos; pensamientos que crean nuestras palabras; palabras que crean nuestras acciones.

Por eso tenemos que cambiar desde adentro. Tenemos que cambiar la cultura de la violencia por una cultura de paz y convivencia; tenemos que cambiar la cultura de la exclusión por una cultura de inclusión y tolerancia.

Y, hablando de coexistencia, también hemos aprendido del exvicepresidente de Estados Unidos Al Gore y del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, en su empeño por preservar el planeta.

Qué bueno poder decir que el fin del conflicto en Colombia –el país más biodiverso del mundo por kilómetro cuadrado– traerá importantes dividendos ambientales.

Al reemplazar los cultivos ilícitos por cultivos legales, la deforestación generada para sembrar coca disminuirá. Además, ya no se verterán millones de barriles de petróleo a nuestros ríos y mares por causa de atentados a la infraestructura petrolera.

En conclusión: el proceso de paz de Colombia que se premia hoy en Oslo es la síntesis y el resultado de muchos esfuerzos positivos que se han realizado a través de la historia y alrededor del mundo, y que han sido valorados y exaltados por este Comité del Nobel.

Apreciados amigos:

En un mundo en que los ciudadanos toman las decisiones más cruciales –para ellos y para sus naciones– empujados por el miedo y la desesperación, tenemos que hacer posible la certeza de la esperanza.

En un mundo en que las guerras y los conflictos se alimentan por el odio y los prejuicios, tenemos que encontrar el camino del perdón y la reconciliación.

En un mundo en que se cierran las fronteras a los inmigrantes, se ataca a las minorías y se excluye a los diferentes, tenemos que ser capaces de convivir con la diversidad y apreciar la forma en que enriquece nuestras sociedades.

A fin de cuentas, somos todos seres humanos. Para quienes somos creyentes, somos todos hijos de Dios. Somos parte de esta aventura magnífica que significa estar vivos y poblar este planeta.

Nada nos diferencia en la esencia: ni el color de la piel, ni los credos religiosos, ni las ideologías políticas, ni las preferencias sexuales. Son apenas facetas de la rica diversidad del ser humano.

Despertemos la capacidad creadora para el bien, para la construcción de la paz, que reside en cada alma.

Al final, somos un solo pueblo y una sola raza, de todos los colores, de todas las creencias, de todas las preferencias.

Nuestro pueblo se llama el mundo. Y nuestra raza se llama humanidad.

Si entendemos esto, si lo hacemos parte de nuestra conciencia individual y colectiva, entonces podremos cortar la raíz misma de los conflictos y de las guerras.

En 1982 –hace 34 años– comenzaron los esfuerzos para alcanzar la paz de Colombia mediante el diálogo.

Ese mismo año, en Estocolmo, Gabriel García Márquez, quien fue mi aliado en la búsqueda de la paz, recibió el Premio Nobel de Literatura, y habló de “una nueva y arrasadora utopía de la vida (…) donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

Hoy Colombia –mi amado país– está disfrutando de esa segunda oportunidad, y les doy las gracias, miembros del Comité Noruego del Nobel, porque en esta ocasión no solo premiaron un esfuerzo por la paz: ¡ustedes ayudaron a hacerla posible!

El sol de la paz brilla, por fin, en el cielo de Colombia.

¡Que su luz ilumine al mundo entero!

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