Bogotá, D. C, 28 de mayo 28 de 2018.- A manera de Editorial. Foto: vidanuevadigital.com.- Colombia acudió con fervor ciudadano y decidido a sostener la paz en el posconflicto y a construir más democracia. Por ello el pueblo que sufrió más de 50 años de conflicto armado acudió a las urnas derrotando a uno de los principales enemigos de la democracia participativa: la abstención.

Aún queda un largo camino para lograr que todos los colombianos de las más recónditas regiones y de los más distintos grupos sociales, comprendan la importancia de no ceder la soberanía del voto, para que otros no decidan por ellos su futuro.

En este contexto hubo una situación esperanzadora porque no somos el presente, somos el futuro. La Colombia joven asumió ante la primigenia actividad política, el voto, una actitud que dará pie a una mejor ciudadanía en el futuro. Los jóvenes votaron porque los dividendos de la paz en el posconflicto harán posible una sociedad más inclusiva en términos políticos.

Estas elecciones han sido históricas, aun cuando la campaña electoral se desarrolló en un escenario de confrontación que provocó una respuesta electoral no contundente para el candidato del Centro Democrático, Iván Duque, ni para Gustavo Petro de la Colombia Humana. Dos fuerzas contrapuestas que no tuvieron la suficiente energía electoral para superar la barrera del 50 % de los votos y ganar en primera vuelta.

Así mismo las proyecciones electorales, según la radiografía de las encuestas, eran más generosas con el ganador y superaban el 40 %, pero este solo logró el 39,13%. La Alianza conservadora del Centro Democrático con los demás grupos de derecha colombianos tiene ante sí un panorama político importante, pues solo un 40 % de los colombianos sonríen sus propuestas. Esto es importante a considerar si a un prevalecen las intenciones de modificar el Acuerdo de Paz.

Es indudable que el escenario electoral para la segunda vuelta se presenta con un alto grado de incertidumbre ya que los virtuales ganadores de la primera vuelta tendrán que tender puentes de cara a los comicios del 17 de junio. Ambos contrincantes de visiones contrapuestas tendrán la difícil tarea de convencer a un electorado fragmentado por la innecesaria confrontación de la campaña y del influjo de la polarización.

El candidato Duque tiene tres temas que no podrá evadir porque fueron utilizados en su campaña: sus intenciones de modificar el acuerdo de Paz, su posición respecto al grave problema migratorio venezolano y la de establcer un solo tribunal de justicia. Dichos temas políticos van a definir su agenda presidencial ya que la circunstancia histórica de Colombia implica un cambio de época. El que gane es el Presidente del Posconflicto. No es un vencedor, sino el encargado de motorizar una transición hacia la consolidación de la paz, la eliminación de la violencia que persiste aún en algunas regiones del país, la grave influencia de las mafias, las Bacrim y el narcotráfico, así como la recuperación y el apoyo de la economía, que sustentará el desarrollo industrial, agrícola y turístico de la nueva Colombia, beneficiados altamente por la paz.   

Gustavo Petro fue el candidato más señalado, dilipendiado y agredido de la campaña electoral colombiana. Pese a eso no escaló una posición privilegiada en los comicios ni capitalizó el descontento social. Su discurso contra el statu quo movilizó a las masas en las plazas, pero no las convenció porque se distanciaba de la población, que si bien exige la inclusión, quiere vivir en una democracia progresista que simpatiza con sus planteamientos pero que no se materializan en el corto plazo.

Así mismo Petro no tuvo un discurso claro con respecto a la crisis política venezolana. Cometió el error de los líderes políticos de la izquierda regional y mundial: ignorar la grave crisis humanitaria constatable en los 600 mil kilómetros de frontera con Colombia y tratar de mantener un vínculo ideológico con el socialismo del siglo XXI, un modelo político que fracasó. Petro tiene la segunda vuelta para aclararle al país si la Colombia Humana es un modelo de inclusión y desarrollo social  o una propuesta totalitaria.

Los resultados electorales hablan. Del 100 % escrutado es interesante ver que una sana alianza entre la Colombia Humana y la Alianza Verde, hubiera cultivado una votación de 48,8 % cercana a superar la primera vuelta, pero una coalición entre Vargas Lleras y Duque hubiese estado por debajo con un 46.4 %.

Es importante señalar que la votación obtenida por el partido Liberal, refleja la economía del voto. En otras palabras los liberales y sus simpatizantes ejercieron el voto castigo, no a su excelente candidato Humberto de la Calle, sino a sus antidemocráticas jerarquías.

La autocrítica debe ejercerse en el seno de esa colectividad de Uribe Uribe, Jorge Eliecer Gaitán y Luis Carlos Galán, en pos de consolidar los excelentes liderazgos liberales que afrontaron el desafío del proceso de paz y la protección de los más vulnerables del conflicto, las víctimas, en las mesas de negociación, en las carteras ministeriales, en los proyectos y en las curules parlamentarias.

La segunda vuelta no tiene retroceso. El futuro de Colombia se juega en dos paradigmas contrapuestos pero obligados a garantizar la democracia que a pesar de 50 años de conflicto fue preservada por el pueblo colombiano.

El soberano colombiano solo jugará por la paz, la inclusión, el desarrollo económico y social del país. Ambos candidatos tiene la palabra para garantizar esta legítima aspiración.

No hay posibilidad de errar.

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