Maracay, 9 de noviembre de 2017. Por Felicia Saturno Hartt. Foto: Comunica RSE.- De cara al escenario electoral del 2018, es importante revisar algunos de los temas más preocupantes y urgentes de la Agenda Política Mundial, no sólo para los aspirantes a las jefaturas de estado, sino a aquellos, que desde los órganos deliberantes deben asumir las banderas de la Protección y de los DD.HH. de los ciudadanos, sobre todo de los niños y adolescentes.

Se hace esta reflexión desde una dimensión que pasa desapercibida en las estadísticas globales, porque el Trabajo Infantil no destaca puntos neurálgicos como si lo hace la infracción, por su vinculación futura con el delito, en sus múltiples formas.

El niño o el adolescente que trabaja es parte de una mirada de misericordia y de crítica momentánea, pero ante las alarmantes cifras de la Organización Internacional del Trabajo y la Walk Free Fundation, en asociación con la Organización Mundial para las Migraciones (OIM), se requiere hacer un alto y ver que iniciativas contundentes pueden articularse.

Alrededor de 152 millones de niños, entre 5 y 17 años, son víctimas del trabajo infantil. De 42 millones, 28% tienen entre 12 y 14 años y 37 millones (24%), entre 15 y 17 años.

En todo el mundo, 218 millones de niños, entre 5 y 17 años, están ocupados en la producción económica y 152 millones son víctimas del trabajo infantil prematuro; casi la mitad, 73 millones, están en situación de trabajo infantil peligroso, no propio para su edad y con implicaciones de riesgo. Una cuarta parte de los niños ocupados en el trabajo infantil peligroso (19 millones) son menores de 12 años.

En términos de prevalencia, 1 de cada 5 niños de África (19,6%) están en situación de trabajo infantil, mientras que, en otras regiones, la prevalencia oscila entre el 3% y 7%: 2,9% en los Estados Árabes (1 de cada 35 niños); 4,1% en Europa y Asia Central (1 de cada 25); 5,3% en las Américas (1 de cada 19 niños trabaja) y 7,4% en la región de Asia y el Pacífico (1 de cada 14).

De los 152 millones de niños en situación de trabajo infantil, 88 millones son varones y 64 millones son niñas. Los niños varones representan el 58% del total de ambos sexos en situación de trabajo infantil y el 62% del total de ambos sexos que realizan trabajo peligroso.

Se observa que los niños corren más riesgos que las niñas de verse involucrados en el trabajo infantil, pero esta apreciación puede deberse a que el trabajo de las niñas no siempre se declara, especialmente en el caso del trabajo infantil doméstico o de ocupaciones intrafamiliares o ilegales.

El trabajo infantil se concentra, en primer lugar, en la agricultura (71%), que incluye la pesca, la silvicultura, la ganadería y la acuicultura y comprende, tanto la agricultura de subsistencia como la comercial; el 17% de los niños en situación de trabajo infantil trabaja en el sector de servicios y el 12% en el sector industrial, en particular la minería.

Con este panorama, los líderes y dirigentes que aspiran a gobernar y representan a las ciudadanías de sus países, tienen la obligación y el compromiso ético de generar propuestas e iniciativas que hagan que cada vez menos niños trabajen.

La excusa que justifica el trabajo de los niños y adolescentes como formador se desvanece, cuando se observa los sectores económicos donde se desenvuelven éstos: la pesca, la silvicultura, la ganadería y la acuicultura, los servicios y la minería y las edades, cada vez más precoces para su inicio.

Los líderes y los dirigentes tienen la palabra. La tolerancia a la explotación de niños y adolescentes genera un mundo desigual, inequitativo y antidemocrático que, desde Política en mayúsculas, puede resolverse.

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