Por Felicia Saturno Hartt. Foto: Semanario FIDES.-  Son los problemas sociales, en su gran mayoría, producto de la gestión mediocre, de las políticas públicas fallidas y del peculado y la corrupción presente en los países, sobre todo de los menos desarrollados, política y socioeconómicamente, donde la inversión social, el manejo respetuoso de los dineros públicos y la seguridad no existen.

La tragedia del camión de Texas trae a la luz pública un drama que tiene diferentes manifestaciones a escala global, con dos caras terribles: Por un lado, está la trata y, por otro, el tráfico de personas. Dos fisonomías que, como el tráfico y consumo de sustancias psicoactivas, son caras de una misma moneda.

Por Trata se define el secuestro y manejo de víctimas sin su consentimiento, engañadas o influenciadas y movilizadas para su comercio ilegal (venta, explotación sexual, trabajo esclavo, etc) y el Tráfico es un delito donde la víctima se expone al manejo de personas y bandas delictivas (coyotes, polleros, etc) por la necesidad de movilizarse de sus lugares de origen, sin garantías y con altos riesgos, pudiendo tornarse en víctima de Trata, a posteriori.

Según el Artículo 3 del "Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la Trata de Personas" de Naciones Unidas,  por "trata de personas" se entiende la captación, transporte, traslado, acogida o recepción de personas, recurriendo a la amenaza, uso de la fuerza u otras formas de coacción, rapto o abusos con fines de explotación.

Este protocolo distingue así entre tres elementos de este delito: Qué se hace (reclutamiento, transporte, hacinamiento y recepción de personas), cómo se hace (por fuerza, coerción, secuestro, fraude, abuso de poder, vulnerabilidad o por beneficio) y el propósito (explotación incluida la sexual, trabajos forzados, esclavitud y la extracción de órganos...).

En este sentido, el Informe de la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y  el Delito (UNDOC) de 2016 logró calcular que, entre 2012 y 2014, se detectaron más de 500 vías de tráfico de personas, con víctimas de 137 nacionalidades en todo el mundo.

Cifras terribles que, sin embargo, son solo la parte visible de este drama. Más allá de estos datos basados en los registros de las autoridades nacionales, las cifras podrían ser mucho más elevadas.

Según datos de Teresa Torres, Coordinadora del Proyecto contra el Trabajo Forzoso en la Organización Mundial del Trabajo (OIT), existe cerca de 21 millones de víctimas de trabajo forzoso, de las cuales 1,8 millones son víctimas en América Latina y el Caribe.

"La mayoría de casos de trabajo forzoso se dan en la economía privada, con ganancias ilegales anuales por valor de 150.000 millones de dólares; sólo en América Latina y el Caribe se generan anualmente 12 mil millones de dólares" señala Torres de OIT.

Es de destacar que, según la OIT, en América Latina y el Caribe, la explotación sexual genera 10.400 millones de dólares al año.  Atendiendo a todas las formas de explotación, el explotador gana por cada víctima 7.500 dólares. En cuanto al tráfico de órganos, según el estudio de la ONU solo 10 países denunciaron este tipo de prácticas.

¿Y cuáles son las respuestas? Es necesario concienciar a la sociedad civil y a los gobiernos de la magnitud y complejidad de este problema. Al igual que el tráfico y consumo de drogas, la infracción y la violencia en todas sus formas, la trata y el tráfico de drogas debe ser una cuestión de estado, porque no sólo es perseguir delincuentes en las fronteras, maltratar a las víctimas con los procedimientos e incautar el dinero, sino mirar más allá.

Poner la lupa en las condiciones que generaron que ese ciudadano prefiera inmigrar ilegalmente de su país de origen o buscar “oportunidades” para su bienestar familiar e individual, en ofertas ilegales, engañosas y sospechosas que se venden como lícitas.

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