Por Jaime Pinzón López.-Otto Morales Benitez, el  gran colombiano que nos deja, aun cuando su nombre y su obra quedan inscritos en la historia, quien propugnó el júbilo de la honradez como mandato para los que intervienen en política, profundizó en el tema de la paz,  inherente a lo  agrario y  laboral. En su análisis de los conflictos, desde la independencia, con el estudio del mestizaje, educación y cultura, recalca la desigualdad social. La violencia está vinculada a la concentración de la propiedad de la tierra, a su subutilización y a la mala relación de capital trabajo.

Organizó e impulsó eventos académicos, asesoró gobiernos, escribió sin pausa, dictó conferencias, dialogó, registró los reclamos de “Tirofijo” y no tuvo inconveniente en trasladarse a sitios distantes para dialogar con la guerrilla,  prudente, a sabiendas de la existencia de intereses ocultos, de la interferencia de “enemigos agazapados”. Seguía con atención las conversaciones de La Habana. Mantuvo la esperanza. El doctor Otto Morales era consciente -lo anotaba con gracia- de no estar para el posconflicto pero quería ver el término del conflicto.

Haber mezclado la lucha cruenta liberal-conservadora en la vida nacional fue   equivocación subsanada por el Frente Nacional que permitió un respiro, sistema de transición impulsado por Alberto Lleras, de quien fuera leal colaborador,  que contó con el respaldo de los dirigentes de las colectividades,   pacto suscrito para solucionar el problema político, recuperar la institucionalidad, la misión de las Fuerzas Armadas, establecer la reorganización de la rama judicial y fijar  la base presupuestal para  educación,  incompleto en el objetivo de alcanzar el cambio social con equidad. Las anteriores consideraciones son parte de su pensamiento.

Destaco su labor en  la Academia de la Lengua, acompañando a su Director, el doctor Jaime Posada, en la de Historia con aportes significativos y en la de Jurisprudencia, instituciones que son orgullo del país. Su relación con las Universidades -en Bogotá, especialmente con la Central, la Tadeo Lozano, el Externado,  la de América, el Rosario- está reflejada en textos y publicaciones. En el semanario Nueva Frontera estuvo atento a la preparación de cada edición, tal como lo recomendaba el expresidente Lleras Restrepo. Fue profesor honorario de la Universidad San Marcos de Lima.

La probidad, el desprendimiento, el concepto de amistad, la actitud positiva ante las dificultades, la ausencia de mezquindad, lo caracterizaron. No tramitó su pensión, a pesar de reunir los requisitos para obtenerla, porque “fui un servidor del Estado no para servirme  de este”, cuando tampoco le sobraban  bienes. Disfrutamos de su amistad, del don de consejo, de su talante liberal, compartimos su ideario y leeremos con interés la vida del presidente Eduardo Santos, postrer libro que próximamente será editado. El anhelo de democracia y paz de Morales Benítez concuerda con la prioritaria aspiración de la República.   

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