Por Amylkar D. Acosta M*- La Cumbre del G-7 en Quebec (Canadá) el pasado 8 de junio puso de manifiesto el aislamiento de EEUU y su distanciamiento con respecto a sus aliados más importantes, por cuenta del unilateralismo hirsuto de las políticas del Presidente Trump. Él entró a esta Cumbre con el pie izquierdo, al proponer la reincorporación al G-7 de Rusia, después que se le apartó del mismo en 2014 a consecuencia de la anexión mediante la fuerza de la península ucraniana de Crimea por parte de Moscú. Desde  luego, los restantes jefes de Estado rechazaron de plano la impertinencia, al tiempo que el propio ministro ruso de exteriores Sergei Lavrov desautorizó a Trump al dejar en claro que “jamás pedimos a nadie recibirnos de vuelta”. Como quien dice, afana más el velón que el dueño dela olla.

Esta cumbre estuvo precedida del brillante discurso del Presidente de Francia Emmanuel Macron ante el Congreso de EEUU abogando, a contrapelo de Trump, en favor de una “nueva generación de multilateralismo eficaz, responsable y orientado a  resultados. Un multilateralismo que respete, proteja y apoye nuestras culturas”. Así de claro!

El ambiente en esta cita de este grupo  relevante de países industrializados, integrado, además de EEUU, por Alemania, Francia, Canadá, Italia, Japón y Reino Unido, no podía estar más crispado. La razón, la decisión del Presidente Trump de no dar pie atrás en su decisión de gravar con un arancel del 25% a sus importaciones de acero y del 10% a las de aluminio. Pudo más su obstinación que la razón, así se malquistara con sus principales aliados, como en efecto ha ocurrido.

No es de extrañar por ello los términos del Comunicado dado a conocer al término de la Cumbre de Charlevoix, en el cual se dijo enfáticamente que propendían por un comercio “libre, justo y mutuamente benéfico y por desechar el proteccionismo”. Esta es una reiteración de la posición asumida al unísono por parte de todos los países que se han visto afectados por el paso en falso que ha dado Trump al empecinarse en su trasnochada política proteccionista. La tercera Ley de Newton es infalible: a cada acción siempre se opone una reacción igual y esta no se ha hecho esperar. El primer Ministro de Canadá Justin Trudeau fue categórico al ripostarle al insolente Trump: “los canadienses somos amables, pero no nos vamos a dejar avasallar”. 

La postura de Trump, al repudiar y retirar su firma del texto final de la Declaración de esta Cumbre, en concepto del Nobel de Economía Paul Krugman, “bien podría anunciar el comienzo de una guerra comercial”, si es que ya no empezó. Y es bien sabido que en una guerra comercial, como la que ha desatado Trump con sus medidas atrabiliarias, como lo afirma el Director para América Latina del FMI Alejandro Werner, “no hay ganadores y perdedores”, pero, a largo plazo todos pierden.

Según Krugman “Trump fue a Canadá  a exigir que nuestros aliados dejen de hacer lo que no están haciendo y eso no es defender los intereses estadounidenses. Es una declaración de ignorancia y una política insensata…Lo sucedido en Canadá fue una humillante debacle total”. Trump está jugando con candela, su revanchismo y las retaliaciones que viene provocando pueden dar al traste  con la reactivación  que se venía dando del comercio internacional, después del largo letargo que provocó la crisis global reciente, que se inició con la crisis hipotecaria de EEUU en 2008.

Acorralado por sus propios desvaríos, el errático Trump apeló a su característica diplomacia pirotécnica para tender una cortina de humo para tratar de restarle importancia y gravedad a sus desencuentros con sus aliados y de paso al encarcelamiento ordenado por la Juez federal Amy Berman Jackson de su ex jefe de campaña Paul Manafort, por cuenta de la trama rusa de su presunta interferencia en los comicios de 2016 para favorecer la elección de Trump. Así se explica que quien la víspera hacía alarde de  que su botón nuclear “es mucho más grande y poderoso” que el del tirano de Corea del Norte Kim Jong Un, ahora dice que fumó con este la pipa de la paz, de una paz nada creíble para la comunidad internacional. Con razón dijo el Presidente del Centro de Análisis The Inter – American Dialogue Michael Shifter, “ambos dirigentes tienen una inclinación por el teatro y la teatralidad”. No es más que eso, una pieza deplorable del teatro del absurdo!  

Un sabio consejo, a propósito de la elección del Presidente Iván Duque: como dijo el excanciller chileno Gabriel Valdés, “en el sistema democrático el que ganó no puede destruir al que perdió, ni el que perdió puede hacer invivible la Nación tratando de  destruir al que ganó”.

Riohacha, junio 19 de 2018

*Exministro de Minas y Energía y Expresidente del Congreso de Colombia

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