Por: Felipe Tarquino Sánchez*.- Hace 50 años la sociedad, de la mano de los jóvenes, buscó el cambio. Una movilización alrededor del mundo explotó; en Europa occidental y Estados Unidos, los universitarios y los hippies protestaban contra el sistema capitalista y la sociedad de consumo, luchaban por los derechos civiles… Mientras hoy, Colombia pide a gritos un cambio.

A propósito de las elecciones presidenciales en primera vuelta, en las que el país se pronunció de manera democrática y tranquila, pues no hubo un solo inconveniente de orden público, los colombianos cumplieron con su deber ciudadano, da la casualidad que hace 50 años los franceses y medio mundo expresaban su deseo de cambiar esa idea de sociedad capitalista y de consumo, como también la cultura Mainstream (lo que piensa la mayoría) que se imponía.

Y aunque hace 50 años, Colombia apenas daba sus primeros pasos hacia la modernización, el momento que se vive ahora con las presidenciales, amerita la comparación con lo ocurrido en Francia, en Mayo del 68. Los colombianos estamos ahora ante un escenario desconocido, donde imperan dos verdades: La primera, que los buenos estamos divididos, y la segunda, que el país quiere un cambio urgente. Y digo divididos, porque en estos comicios, sumados los votos de Sergio Fajardo, candidato de la Coalición Colombia; de Humberto De La Calle, del Partido Liberal; y los de la Colombia Humana, de la mano de Gustavo Petro, dan 9’840.130, casi 10 millones de sufragios. Quiere decir que el domingo ganó el deseo de renovación, el rechazo a la corrupción, a las maquinarias, al clientelismo; y la voluntad por tener un país en paz, con eduación de calidad y gratuita; y no menos importante, el respeto por el medio ambiente, su protección y cuidado.

Ya no hay cinco candidatos; la segunda vuelta ha dejado a dos representantes con posiciones muy marcadas, tanto odiados como queridos, uno de izquierda y otro de derecha. Ambos generan incertidumbre y temor en los colombianos, y sus propuestas ponen en vilo a los ciudadanos, que están obligados a informarse mejor y decidir bien.

En mi caso, voté por De La Calle, un hombre, para mí, fiel a sus principios liberales y con una trayectoria impecable, que hizo parte de la Asamblea Constituyente y los Acuerdos de Paz, que estoy convencido deben defenderse a como dé lugar… Sencillamente, un tipo que hubiese hecho un enorme aporte a este país.

Pero Humberto, como es común en la política, me defraudó. Hace unos días expresó su intención de votar en blanco, como lo hizo poco antes Sergio Fajardo, candidato que critiqué por sus flojas y poco contundentes posiciones; lo que dice la sabiduría popular es cierto, es un tibio. Pero por su “neutralidad”, pinta de profesor bacán, acento paisa, relajado, y al parecer poco envuelto en “rollos raros”, tenía ese elemento aglutinador que ahora le hace tanta falta a Petro; su virtud estaba en que sin mucha estructura, recogió el aburrimiento de más de 4 millones de personas frente a la política tradicional y la corrupción. Elemento que se vió nublado por su soberbia, pues cuando era el momento de hacer una coalición la rechazó, sobre el entendido que pasaría sobrado a Segunda Vuelta.

 

“Ay de los neutrales… Se ganarán el odio de los que pierden y el desprecio de los que ganan”, expresó alguna vez Maquiavelo. Lo digo porque tal cosa, como buscar la neutralidad, no es más que una necedad; el centro que tanto vanagloriamos no existe. Si bien algunos no apoyan a la izquierda, ni a la derecha, defendemos principios que determinan nuestra postura; en pocas palabras: Tomamos partido. Como sinónimo de neutralidad, está el voto en blanco. Diré que éste solo representa el camino de Poncio Pilato, un acto que parece políticamente correcto, pero que no consigue eludir responsabilidades, pues quien vota en blanco no está moralmente por encima de quien vota por Duque; por el contrario, un voto en blanco es un voto por Duque ¡No seamos cafres con el país, no lo ignoremos y pongámosle la cara!

El voto en blanco no pasará de ser un saludo a la bandera; y pa’colmo de males, como expresé, un espaldarazo a Iván Duque. Y es que el buen muchacho de Uribe no es la salida ¿Por qué? Porque como dije antes, el cambio no es solo necesario, es urgente. Somos un país en el que la clase dirigente no ha cambiado en 500 años, donde no hemos tenido una revolución burguesa, necesaria para establecer la verdadera democracia. Nuestra clase dirigente siempre ha excluido y marginado al pueblo.

Por siglos, al pueblo no se le ha dado el protagonismo necesario para lograr una verdadera transformación social; no le conviene a la oligarquía, que siempre lo ha visto como una masa horrorosa e inferior, como la “negramenta” y la “indiamenta”. Por eso, líderes como Rafael Uribe Uribe, López Pumarejo, Gaitán y Galán, han sido tan queridos por la gente, porque defendieron los derechos civiles de aquellos sectores populares tan maltratados; intentaron llevar a cabo reformas en beneficio de la gente. Es decir, empoderaron a la sociedad civil. Y esto es lo que Petro ha defendido por convicción, buscar que el constituyente primario defina el destino del país, que no sea un simple formalismo jurídico, sino una realidad el que tengamos una democracia participativa. Pienso entonces ¿Debe darnos miedo que el pueblo se empodere?

Otro punto a favor de la Colombia Humana es el respaldo de los intelectuales a Gustavo Petro. Thomas Piketty, economista francés, autor del “Capital en el siglo XXI”, apoya a Petro. El tipo es un duro en temas de desigualdad económica, y nosotros somos número uno en eso; Peter Singer, ambientalista y animalista, precursor de los derechos de los animales; y Coetzee, nobel de literatura, escritor y lingüista de talla mundial, también se sumaron a esta causa, por una razón en común: La defensa de los animales.

Y es que el componente ambiental y animalista que tiene el programa de Petro, no lo tenía ni tiene candidato alguno, a excepción de Vargas Lleras (quién lo creyera); lo cierto es que Duque, aunque se le ha oído algunas veces incentivar esa “cultura animalista”, no contempla la protección animal. También es preciso recordar que cuando Petro fue alcalde, prohibió las corridas de toros en la Plaza Santamaría; en pocas palabras, está decidido a darle un trato racional a los animales, cosa que sus rivales no.

Personajes como el columnista y caricaturista Antonio Caballero; el jurista y académico Rodrigo Umprimny; el periodista Alberto Salcedo; los escritores Mario Mendoza y Laura Restrepo; el economista y profesor emérito de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, mi casa, Salomón Kalmanovitz; y recientemente Ingrid Betancourt; son algunas de las personalidades que votarán por Petro. A esto, sumémosle las Madres de Soacha, y demás familias de víctimas de los falsos positivos; los campesinos, los grupos afros e indígenas que apoyan el componente étnico de la Colombia Humana, y claramente los sectores populares que ven en Petro un líder sensato que escucha y da el justo y merecido poder a la Sociedad Civil. Mientras, Duque, el candidato de la derecha, tiene el apoyo de la SAC (Sociedad de Latifu… perdón, de Agricultores de Colombia), de Maluma, Pipe Bueno, Silvestre Dangond y Popeye.

Iván Duque, bajo las órdenes de su líder Álvaro Uribe Vélez, poco o nada puede hacer para desprenderse de su mafioso jefe, pues sin mucha trayectoria política y gran ingenuidad, no le queda otra que obedecer. De este modo, el Legislativo, con una mayoría clara a favor de Uribe, no tendrá mayores obstáculos para aprobar proyectos de ley de pura conveniencia; el Ejecutivo, con su lacayo y fiel amigo Iván Duque representándolo, será una rama poderosísima para sancionar dichas leyes. Iván, aconsejado por sus asesores del mal, no tendrá problemas en repartir contratos, favores políticos y burocráticos, para lograr lo que quiera; es decir, la mermelada y corrupción que tanto detestamos, no acabará.

Y la rama que pensamos podría detener esta arremetida uribista, la Judicial, puede ser fácilmente reformada y acomodada (ejemplos como el Cartel de la Toga dan muestra de ello); la idea de unificar las altas cortes en un solo tribunal, ha dejado entrever el astuto y malvado plan que promete arropar con un manto de impunidad al patrón del Ubérrimo. De manera que de una eventual victoria de Duque, el gran ganador no sería éste, que al fin y al cabo es un servidor, sino Álvaro Uribe Vélez, un hombre permeado por la ilegalidad, que carga con cientos de muertos en sus hombros, y que se resiste a soltar el poder. En pocas palabras, no habrá un efectivo control de las ramas al Ejecutivo; el sistema de pesos y contrapesos se derrumbará, y en palabras de Kalmanovitz “destruirá el tejido político y social”, por tiempo indefinido.

Gustavo Petro está llamado a dirigir un gobierno que fortalecerá la democracia, que devolverá tierras a los campesinos y las víctimas, y que modernizará el campo como es debido. Petro no tiene apoyo militar como Chávez y Uribe, ni mucho menos Petro tiene un pasado en la ilegalidad como Uribe. El candidato de la Colombia Humana quiere poner a producir las tierras, que en manos de Uribe seguirían como activos improductivos. Petro buscará disminuir la inmensa desigualdad social que vive el país, un objetivo no de la Colombia Humana de Petro, sino que comparten también las Naciones Unidas, Europa, y todos los países benefactores y desarrollados del mundo.

Reflexionemos, es momento de transformar el país, es nuestro deber dejar claro al establecimiento que el Estado es el pueblo, y no unos cuantos acomodados en el. Hace 50 años, los franceses le dejaron claro a De Gaulle y su régimen anacrónico, que había llegado su fin. Ahora, 50 años después, aun excluidos y olvidados por un Estado indiferente, el compromiso de cambio nos asiste. A la ciudadanía, a los jóvenes, campesinos, clase media y universitarios, les digo que hay que tomar y ondear con orgullo la bandera de la renovación y el cambio; por esto y más razones, mi voto es por Gustavo Petro. 

*Estudiante de Ciencia Política y Gobierno - U. Jorge Tadeo Lozano.

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