Por Giovanni Décola.-El Partido Liberal ha sido la cuna de los más grandes líderes populares en la Historia de Colombia. 

Nombres como José Hilario López, en cuyo gobierno se abolió la esclavitud en 1851; Rafael Uribe Uribe, Benjamín Herrera, Alfonso López Pumarejo, Jorge Eliécer Gaitán y Luis Carlos Galán, aún retumban en la mente de miles de compatriotas por sus luchas y propuestas en favor del pueblo colombiano. 

Cuando Rafael Uribe Uribe hablaba de la instauración de una sociedad donde hubiese mejor redistribución de la riqueza para acortar la gran brecha entre ricos y pobres, no lo hacía en nombre del comunismo internacional, sino de un partido que en otrora, era el verdadero intérprete de los intereses populares, y que ahora se ha quedado corto en esos menesteres. 

Cuando Alfonso López Pumarejo suscitó durante sus dos Gobiernos “la Revolución en Marcha”, él mismo la explicaba como el deber del hombre de Estado, de promover los cambios por medios pacíficos y legales, todo lo que haría una Revolución signada por la violencia. 

Cuando López Pumarejo, en la reforma constitucional del 36, introdujo a la propiedad privada una función social, no lo hizo tampoco en nombre del comunismo internacional, sino en defensa de los más altos intereses de la Patria. En la Constitución de 1991 se le introdujo a la propiedad privada, también, una función ecológica, pero que es casi letra muerta en los avatares de nuestra vida diaria. El pueblo clama por un Presidente que defienda sin ambages el medio ambiente, no para lastimar nuestra economía, sino para procurar un desarrollo sostenible y amigable con el medio ambiente, y esa lucha, no da espera. 

Cuando Jorge Eliécer Gaitán le abría los ojos al pueblo, enseñándonos que el hambre no era liberal ni conservador, que la verdadera lucha era entre una inmensa mayoría expoliada y explotada, y una pequeña oligarquía liberal y conservadora, que se repartía a pedazos la Nación, pero en cambio, conminaban al pueblo a matarse entre sí, por colores que ellos mismos no distinguían. 

Cuando Luis Carlos Galán, hablaba de combatir el narcotráfico y la corrupción, tampoco lo hacía en nombre del socialismo o comunismo. Lo hacía como un liberal que era consciente de que esos males eran los mayores desafíos de la Nación. 

Infantil sería, no reconocer que Álvaro Uribe también es un gran líder de origen liberal, pero a diferencia de los anteriores, es la antítesis de un dirigente que lo clamen las clases populares. Uribe gobernó para una élite legal e ilegal, y sacrificó genuinas conquistas que le habían costados sudor y sangre a las clases obreras en Colombia. Por ello, éstas no lo quieren. 

Muerto Galán, tuvo Horacio Serpa Uribe, una escaramuza interesante en 1998, como líder popular, pero los desaciertos y la falta de unidad del Partido Liberal, le impidieron llegar a la Presidencia. 

Es de valientes reconocer, que ha nacido un nuevo líder popular, cuyos orígenes, no tienen como epicentro al partido Liberal y se llama Gustavo Petro. 

Hoy, Gustavo Petro, así como lo hiciera Gaitán, llena y atiborra plazas. No importa, si éstas fueron liberales o conservadoras en el pasado. Cuando vemos las imágenes de sus múltiples manifestaciones, no se distingue la otrora plaza liberal de Bogotá o Barranquilla, o la otrora conservadora de Pasto o Tunja. Todas las plazas las llena sin dádivas ni mermelada. 

Y las llena, por una sencilla razón: Gustavo Petro, es el único candidato que está interpretando el querer y la voluntad del pueblo irredento, que yacía silencioso ante tanta injusticia, pero que hoy emerge con valor y decisión para darle el respaldo, no a un hombre, sino a unas ideas, en donde la libertad, la fraternidad y la igualdad, han dejado de ser meras consignas politiqueras, para convertirse en unas premisas que la Colombia Humana, está llevando a un sitial de honor. 

De ahí que las bases liberales de todo el país, hoy no están acompañando al excelente candidato oficial del Partido Liberal, Humberto De La Calle, sino a Gustavo Petro, sin atender inclusive el llamado de muchos congresistas que debajo de la mesa ya están enfilados en las campañas de Vargas Lleras y Duque, ambos de origen liberal, pero distanciadísimos de las tesis y programas del liberalismo. 

A la mayoría de liberales, no les meten miedo el cuento del castrochavismo, ni con la carreta,  de que con Petro nos volveremos peor que Venezuela. 

Los liberales, sienten miedo que regrese el oscurantismo clerical, representado en Alejandro Ordoñez, candidato a ser Ministro de educación si Duque es Presidente, porque ese lo sufrieron, cuando en el nombre de Dios, se decía que matar a un liberal no era pecado, ni destituir a opositores, era una herejía. 

A los liberales les da miedo que regrese al poder en cuerpo ajeno un expresidente que se la jugó a fondo por desaparecer al Partido Liberal. 

A las bases populares les da terror que retorne un Gobierno que pisoteó las genuinas conquistas de los trabajadores, para hacerlos más pobres y a los ricos más ricos. 

Igualmente, les da miedo que el paramilitarismo vuelva a gobernar a Colombia, y que todo aquél que piense distinto al gobernante, lo hagan blanco de chuzadas y desprestigio, cuando no, objetivo militar. 

Sin lugar a dudas, Gustavo Petro ha vuelto suyo, el clamor de esos inmensos sectores que, hastiados de tanta corrupción, quieren votar diferente y darle la confianza para regir los destinos del país, por encima de entendibles temores, que a mi juicio hacen más parte de la fantasía que de la realidad. 

Y esas bases populares en su inmensa mayoría son de origen liberal y que quieren la paz. Reconocen en Santos y De La Calle, sus esfuerzos por lograr firmas los acuerdos con las Farc, pero ven en Petro, el único con el temple y carácter necesario para hacer las reformas sociales que hagan viable y duradera la tan anhelada paz. 

No creo en las encuestas. Ni tampoco creo que ya esto está jugado entre Duque y Petro. Creo que Vargas Lleras tiene como sorprender el triunfalismo de Duque y desplazarlo al tercer lugar. Tiene la vocación política, la maquinaria, el Gobierno y la chequera para cambiar las cosas.

Siento pena por Fajardo, De La calle y Viviane, tres buenísimos candidatos, pero la lucha por llegar a la casa de Nariño, está en otro tinglado.

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