Por Gabriel Ortiz.- Cayó “La Piña santandereana”, tras 20 de años de manejar el más lucrativo negocio, que aún esconde a los verdaderos responsables, que se camuflan, al parecer con la complicidad de las propias autoridades de Floridablanca.

La “partera” del tránsito de la población santandereana tenía el bolígrafo más rápido del oriente colombiano. Era capaz de formular cada 24 horas, hasta mil “”partes” o comparendos, como se conocen las sanciones de tránsito. No le importaba si era de día o de noche, ni si estaba de servicio o no. Era una funcionaria aventajada, “supereficiente”. Como que había llegado al grado de alférez, y era el espanto de quienes se atrevieran a manejar un carro en Floridablanca.

Con burlonas declaraciones concedidas a los noticieros de televisión y radio de Bucaramanga, explicaba su acción sancionatoria. “Soy una funcionaria que puede penalizar a cualquier persona cuando cometa una infracción, esté yo de turno o no”. Con guasón gesto saludó las cámaras, sin entrar en mayores detalles.

Sus lágrimas no se dejaron esperar poco después, durante la audiencia de imputación de cargos. La fiscalía la acusó de los delitos de falsedad en documento público, abuso de autoridad y enriquecimiento ilícito. Sus manos maniatadas por esposas, le bajaron la arrogancia, cuando era trasladada a la cárcel. Seguramente cuando esta columna sea publicada, estará libre o en casa por cárcel. ¡Así es nuestra justicia!

Quedan por investigar las verdaderas entrañas del delito que cometió la “piña santandereana”. Se ha convertido en moda, contratar firmas particulares –no todas con suficiente idoneidad- para aplicar sanciones o multas por violar normas de tránsito con fotos y radares, o para cobrar servicios públicos. Regularmente los alcaldes, gobernadores y demás funcionarios acostumbran a entregar semejante responsabilidad a sus amigos, cómplices o reclutadores de votantes.

Para algunos hay justificación para ello, pero sucede que muchas firmas no se conforman con tan jugosos contratos y acuden a imponer cuotas mínimas a los encargados de aplicar las sanciones. Estos sacan su tajada y lucran a sus patrones. Si en la propia capital de la República existe esta práctica, según lo han comprobado denuncias ciudadanas, ¿qué puede esperarse de lo que sucede en apartados pueblos, en donde prácticamente no existe ni Dios ni ley?

“Piñas” y “piños” hay a lo largo y ancho de nuestro territorio. Esto hace parte de la “vista gorda” con que se mira la corrupción que, hoy por hoy se elogia se justifica y se ampara. A un exfuncionario de Reficar se rindió un homenaje por parte de sus amigos en “la amurallada”. Un exviceministro se apropió de $20 mil millones, pagó una insignificante multa de $67 millones y salió a disfrutar los $19.933 millones que robó.

Hay “piñas y piños”, por todas partes, porque por todas partes hay corrupción.

BLANCO: Las clases de historia regresan a los colegios.

NEGRO: Las rechiflas a Santos porque alcanzó la paz. Vaya… vaya…

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