Por Gabriel Ortiz.-Desde el preciso momento en que un dócil Parlamento le aplicó el “pupitrazo” a la reforma tributaria del 2016, expertos, visionarios, estudiosos, analistas y desprevenidos habitantes de esta Colombia vieron lo que venía.

Al igual que cuando, sin explicación alguna, -o tal vez sí- se dejó flotar el precio del dólar que buen tiempo llevaba a $1.800, base que ya había asimilado los costos de nuestra producción exportadora, la reforma del 2016 tampoco tuvo justificación. Muchos se lucraron con la especulación del dólar.

La regla fiscal y demás artimañas fueron traídas a cuento para indicarnos que había guardianes para controlar los efectos negativos de una reforma innecesaria y precipitada. Nos la vendieron como inaplazable para mitigar la baja de precios de nuestros productos exportables. El Ministro Cárdenas utilizó todos los medios para llenarnos de pánico frente a lo que nos sucedería, si no multábamos a los colombianos con mayores impuestos y demás ventosas alcabaleras. “Nos reducirán la calificación de la deuda soberana”, pregonaba por doquier. Y agregaba que se nos acabaría el país, caería el crecimiento y tendríamos que pagar incalculables intereses por los créditos externos.

Los parlamentarios, que poco o nada saben de economía, y menos aún de esa que se ventila por las altas esferas, solo pensaron en defender sus abultadas dietas. Armaron débiles e inocuos debates, que sonaban a montaje para degustar “mermelada”, más no para debatir seriamente las consecuencias de una reforma atropellada.

Incrementar el IVA del 16 al 19 por ciento era una bicoca para congresistas y funcionarios. Presumían que la temida inflación que traería se controlaría con la disminución de la demanda. Olvidaron que se estaba constriñendo la producción agrícola e industrial, con consecuencias nefastas para la economía y para el bienestar de una población que con resignación asumió el golpe reformista.

Nos vendieron la idea de que con esa reforma no habría necesidad de otras cercanas, aunque meses después empezaron a prepararnos para la que tendrá que aplicar el próximo gobierno, sea de derecha o de izquierda. De Maduro o Pinochet.

Carros y carretas desfilan por la maltrecha economía, más ahora, cuando la calificadora Standard and Poor’s nos aplicó la sanción con la castigan los pésimos manejos financieros, más alcabaleros que progresistas.

Esto nos lleva a pensar sobre el paradero de los billones provenientes de las multas aplicadas a las telefónicas, de la venta de Isagén, de los 3 puntos del IVA y de los del control evasivo. ¿A dónde estará esa billonada?

Se habla de todo, menos de la corrupción. De los billones de Invercolsa, Dragacol, AIS, Reficar, Tunel de la Línea, etc. etc., ni una palabra. Como alguien debe pagar los platos rotos, hay que crucificar a S&P, antes de buscar lo fundamental. Dónde estás que no te veo… Esto es lo que heredarán Fajardo, De La Calle, Petro, Vargas o Duque.

BLANCO: Los controles que por fin pusieron a los “fotomulteros”. Fin a un negociado.

NEGRO: El negocio redondo: robó $20 mil millones, pago $65 millones  y salgo libre.

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