Por Mauricio Cabrera Galvis.-Los escépticos dirán que no. A los papas todo el mundo quiere verlos y oírlos, pero pocos hacen caso a sus prédicas. Por eso las dos visitas anteriores de pontífices dejaron mensajes que cayeron en tierra estéril y no cambiaron el país.

Pablo VI en 1968, trajo un mensaje incómodo para una jerarquía eclesiástica que se aferraba a sus privilegios y había cerrado la puerta al camino reformista de un Camilo Torres que quería una iglesia comprometida con los pobres y el cambio social, y lo había empujado a la insensatez de la lucha guerrillera.

En 1986, cuando los sinceros esfuerzos de Paz de Belisario ya habían quedado enterrados entre los escombros del Palacio de Justicia y los enemigos ocultos de la paz habían triunfado en su propósito, Juan Pablo II vino con un mensaje de reconciliación y perdón para alcanzar la paz, de condena al terrorismo y exhortación a la guerrilla para dejar las armas.

A pesar de todo, esta vez soy optimista pues ya se ven síntomas de cambios producidos por la visita. Una primera consecuencia ha sido el cese de hostilidades que aceptó la siempre intransigente guerrilla del ELN; no hay duda de que, por los orígenes religiosos de ese grupo, la presencia del papa los debió motivar a dar ese paso que facilita las complejas negociaciones en Quito. La carta del líder de la Farc pidiendo perdón por las lágrimas y el dolor que ocasionaron, es otra muestra del cambio de actitudes que ha suscitado el mensaje del papa.

No todos modificarán su posición, pero sí creo que muchos colombianos de buena voluntad que votaron No en el referendo engañados por la bien orquestada campaña de mentiras que confesó el propio gerente de la misma, si atenderán el llamado de Francisco de no dejarse engañar, de no perder la Paz por la cizaña sembrada contra ella. Otros reaccionarán ante el testimonio conmovedor de las víctimas que, superando el inmenso dolor que han padecido, decidieron perdonar, y aceptarán que la venganza solo sirve para alimentar esa espiral infernal de la violencia, y que la reparación a las víctimas es más fructífera que la cárcel. 

Si las palabras y el testimonio de Francisco sirven para que disminuyan un poco los odios, para que avance la reconciliación y cese la polarización, para consolidar el proceso de Paz y el final de esta guerra de medio siglo que ha dejado tanto dolor, habrá servido mucho su visita.

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