Por Rudolf Hommes.- Curiosamente a menos de un año de las próximas elecciones presidenciales los consejeros de los aspirantes a la presidencia les están aconsejando que es prematuro declarar su candidatura y la mayoría de ellos les han hecho caso, a tal punto que todavía no tenemos una idea clara de qué piensan o qué proponen. El mismo Germán Vargas que es candidato desde hace más de cuatro años posa ahora de no serlo, más aún, de no tener partido, y se ha puesto misterioso sobre sus intenciones.

En ese ambiente de impostura y aparente indefinición resultó refrescante la entrevista que le concedió Humberto de la Calle a Hugo García y Lorena Arboleda de El Espectador el 17 de junio en la que sin declararse candidato, para no desentonar, dejó sentadas las bases de cuál sería su filosofía de gobierno. De la Calle es un precandidato singular porque está entre los primeros en las encuestas en términos de su aceptación y reconocimiento pero no en intención de voto.

Los políticos no creen o no quieren que sea candidato, pero sus posibles adversarios en los partidos de la coalición de gobierno le tiran mucho rayo, lo cual es indicación de que no les gustaría tenerlo como rival. Una de las razones de ese temor puede ser porque tiene cualidades que otros no tienen, entre las que se destaca su capacidad de mediar y obtener resultados. Esto no se refiere exclusivamente a su actuación reciente en las negociaciones con las Farc sino también al papel decisivo que desempeñó como representante del gobierno en la Asamblea Constituyente en 1991.

No solamente es una persona sensata, con capacidad para entender a otros, sino para tomar decisiones difíciles y valientes cuando es necesario. La entrevista también revela que tiene claridad política y es fácil prever qué haría De la Calle como gobernante. 

Esta es en pocas palabras una propuesta de gobierno abiertamente progresista y liderada por un dirigente al que le preocupa que “hay un exceso de odio en Colombia y una degradación de la reflexión política. Hemos reemplazado la reflexión por el insulto.” En lugar de refutar un argumento se trata de aniquilar a quien lo emite. Lo que se necesita es recuperar la sensatez y buscar una genuina reconciliación. La guerra con las Farc concluye con la entrega de las armas y lo que se debe emprender en un pacto de no violencia para no volver a caer en lo mismo.

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