Por Jairo Gómez.- Una conspiración de altísimos quilates se cierne sobre el acuerdo de paz, y lo peor está por venir. Lo grave del asunto es que el conjuro se está fraguando desde afuera, desde Estados Unidos, y el enlace y componedor de esa trama está en Colombia.

No quiere decir esto que todos los demócratas y republicanos estén contra la paz, o incluso que el Embajador Withaker haga parte del pastel. Pero sí que hay conservadores norteamericanos de la derecha más recalcitrante que hacen buen uso de la vaporosa e impredecible personalidad del presidente Trump para promover una agenda desestabilizadora en la región. Sacando, de hecho, réditos de un Presidente acorralado por varias investigaciones que hacen temer que su permanencia en la Casa Blanca esté signada por un camino lleno de espinas.

Hechos recientes corroboran la efectiva influencia cubano-americana de derecha sobre el presidente Trump, en especial su decisión de hacer una pausa en las relaciones bilaterales con Cuba. Quienes inspiraron ese viraje de la Casa Blanca, lo dicen analistas en Washington, fueron los congresistas republicanos Marco Rubio y Mario Díaz-Balart, hoy aliados incondicionales del Senador Álvaro Uribe Vélez.

Esa perversa alianza tiene sus efectos sobre la realidad colombiana y las gestiones de Uribe Vélez con estos parlamentarios republicanos, de origen cubano, están logrando su objetivo.

Vamos por partes, no se trata de hechos aislados: La estrategia de desestabilización pasó, primero, por hacer pública la carta del embajador Withaker que critica una decisión judicial emanada de la Corte Suprema de Justicia; segundo, por la calculada intervención de Uribe en Atenas sembrando dudas, como es costumbre, sobre la Justicia Especial para la Paz; y, tercero, días después, por las exigencias del Secretario del Departamento de Estado Rex Tillerson dirigidas al Gobierno colombiano a través de una declaración pública en la que presiona por reanudar la fumigación de la hoja de coca con glifosato. Los días y los tiempos lo dicen todo: la orquesta afinada.

Pero, ¿qué tan influyentes son Rubio y Díaz-Balar en el gobierno Trump como para intrigar en contra del acuerdo de paz en Colombia? Veamos: Rubio, tiene una silla en el comité de inteligencia del senado que investiga las implicaciones de Rusia en la campaña electoral, y que hoy tiene al presidente en un muelle sin salida; y Díaz-Balart negoció su voto con la Casa Blanca para eliminar el “Obamacare” a cambio de que el despacho oval endureciera su política anticubana y contra la paz en Colombia. Este “bi-poder” se acrecienta día a día sobre un presidente que gobierna bajo sospecha.

La BBC en una reciente entrevista le hacía la siguiente afirmación al académico y polemista de izquierda Noam Chomsky: “usted define al Partido Republicano como la organización más peligrosa de la tierra”, él respondió: “Y de la humanidad. En su momento dije que eran unas declaraciones escandalosas, pero es verdad”.

Repito, probablemente no todos los republicanos estén contra la paz en Colombia, pero los congresistas mencionados –Rubio y Díaz-Balart- indudablemente sí, y tienen varios objetivos: obstaculizar la ayuda económica de Washington, que penda sobre el Acuerdo Final el fantasma de la extradición, y ejercer presión a favor de la fumigación. Es una conspiración quirúrgica, y quien maneja el bisturí en nuestro país es el Senador Uribe Vélez, el gran componedor de una trama que hoy quiere abrirle un nuevo frente de dificultades a la descuadernada democracia colombiana.

 

@jairotevi

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