Por Mauricio Cabrera Galvis.-El Banco de la República (BR), como todos los bancos centrales, utiliza su tasa de interés no solo para controlar factores reales que aumentan la inflación, como la demanda de crédito, sino para influir en las expectativas y mantener la credibilidad en el compromiso del Banco con sus metas de inflación. Debería también mover su tasa de interés para incidir en las expectativas sobre el crecimiento económico.

A finales de 2015 la inflación se aceleró por razones que no tenían nada que ver con la tasa de interés: la baja oferta de alimentos por el Niño, el paro camionero y la devaluación. Sin embargo, la Junta del BR decidió subir su tasa para “mejorar el anclaje las expectativas de inflación”, y sin temblarle la mano la llevó de 4.5% a 7.25% en 11 decisiones sucesivas, dos de ellas con aumentos de 0.5%.

Es acertado tratar de manejar las expectativas porque en economía es usual el fenómeno de las “profecías que se autorrealizan”: si todo el mundo cree que algo va a subir de precio entonces todos salen a comprarlo y, por supuesto, la gran demanda hace que suba de precio. Por el misma raciocinio, el BR debe tratar de contrarrestar las expectativas de recesión que pueden llevar a que el crecimiento económico se frene aún más.

Es un hecho que la economía se ha frenado. Los últimos reportes del Dane muestran una caída de la producción industrial del 3.2%, con resultados negativos en 28 de las 39 actividades industriales; el comercio minorista va peor, pues la caída de las ventas reales es del 7.2 %.

Las perspectivas para el resto del año no son buenas pues el ISE del mismo Dane que sirve para pronosticar la evolución del PIB, tan solo tuvo una variación anual de 0.3 % en febrero. La mayoría de analistas no esperan que este año el crecimiento económico supere el 2%. 

Este frenazo se explica en parte por el enorme choque externo de la caída de los precios del petróleo, que en dos años disminuyó en un 46 % los ingresos por exportaciones, deterioro similar al sufrido en la Gran Depresión de 1929. Pero también están influyendo en la ralentización de la economía la caída de las expectativas de consumidores y empresarios que, según la encuesta de Fedesarrollo, se encuentran en sus más bajos niveles históricos.

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