Bogotá. D.C, 8 de septiembre de 2017. Redacción Ecos. Foto: - El máximo líder de las Farc, Rodrigo Londoño, Timochenco, le escribió al papa Francisco desde La Habana, donde se encuentra recuperándose de sus dolencias cardiacas y le dice que lo mueven a suplicar su perdón por cualquier lágrima o dolor que "hayamos ocasionado al pueblo de Colombia o a uno de sus integrantes", y finalmente le dice que es su devoto admirador.

Le dice a su santidad que se siente seguro que su paso por el país marcará profundas huellas en su historia porque "he visto como de los distintos rincones de la patria acuden compatriotas de todas las edades y condiciones a escuchar su mensaje, a ovacionar su presencia y su palabra, a aprender de su humildad y generosidad. He visto llorar de la emoción a hombres, mujeres y niños que admiran su sonrisa, su bondad y el brillo de sus ojos. Sólo un santo como Usted puede conseguirlo".

La siguiente es la carta de Rodrigo Londoño, Timochenco al papa Francisco que se encuentra de visita pastoral a Colombia:

EXCELENTÍSIMO PADRE FRANCISCO:

Colombia.

Su Santidad:

Escribo humildemente a su Eminencia, en mi doble condición de ciudadano colombiano recién incorporado a la vida institucional del país, y líder del nuevo partido político que acaba de nacer en la misma plaza en la que Usted dirigió sus sabias palabras a los jóvenes de Colombia. Lo hago profundamente conmovido por su santa presencia en mi patria, cuyo pueblo tiene el privilegio de escuchar su palabra de fe, esperanza, alegría, amor, reconciliación y paz.

Oí comentar a un sacerdote que San Francisco de Asís había sido entre sus seguidores el más parecido a Jesús, y que su Excelencia era el papa más parecido a ellos dos. He seguido con atención sus pasos y sus prédicas desde la llegada a mi país y puedo afirmar que esa afirmación es por completo cierta. Su palabra de luz llegó efectivamente a iluminar las tinieblas que por tanto tiempo han cubierto la vida de nuestra nación, Dios lo bendiga, Padre santo.

Dirijo una organización que ha dejado las armas y se reincorpora a la sociedad después de más de medio siglo de guerra. Hemos declinado cualquier manifestación de odio y de violencia, nos anima el propósito de perdonar a quienes fueron nuestros enemigos y tanto daño hicieron a nuestro pueblo, cumplimos el acto de contrición indispensable para reconocer nuestros errores y pedir perdón a todos los hombres y mujeres que de algún modo fueron víctimas de nuestra acción.

Sus reiteradas exposiciones acerca de la misericordia infinita de Dios, me mueven a suplicar su perdón por cualquier lágrima o dolor que hayamos ocasionado al pueblo de Colombia o a uno de sus integrantes. Nunca nos inspiró otro afán que no fuera el de alcanzar la esquiva justicia para los excluidos y perseguidos en nuestro país, que el de remediar en algo la inequidad y el despojo sufrido por los abandonados. Soñamos con que Usted y su Padre sabrán comprendernos.

Como su Excelencia sabe bien, firmamos un Acuerdo Final con el gobierno de Colombia, que permitió llegar a su término el más largo conflicto armado en nuestro continente. Desde el mismo momento de su suscripción nos hemos empeñado en cumplir sagradamente con cada una de sus prescripciones. Más de una vez hemos encontrado la ausencia de compromiso por parte de algunos funcionarios del Estado, sin que por ello mude la decisión tomada por nosotros.

No sé si estaría del todo bien implorar de Usted, que con el magnífico poder de su oración, elevara su voz e invitara a orar también a todo el pueblo colombiano, para que no se vaya a frustrar el enorme esfuerzo que involucró conformar la Mesa de Conversaciones, discutir en ella durante años, vencer las necias resistencias a cualquier acuerdo y finalmente pactar la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Nosotros oramos por ello.

Problemas de salud me impiden estar presente en su gira, que con la consigna de Demos el primer paso, asegura un porvenir más claro para todos los colombianos. Su palabra bendecida posee sin embargo el don de superar cualquier distancia, lo cual llena mi espíritu de satisfacción. El orbe entero conoce de sus condenas a la avaricia, al interés personal por encima del bien común, a la destrucción de la naturaleza por el afán de riqueza, a la opresión de los más débiles.

Ha expresado Usted la inconformidad de Dios con el saqueo de las naciones ricas a las más pobres, con las invasiones y guerras de despojo, con la negación a la diferencia y la diversidad, con la dura realidad de que el afán de lucro y la ganancia se impongan sobre la persona humana y la sometan a crueles destinos. Somos sinceramente felices con sus revelaciones. Le agradecemos Padre, su defensa indeclinable de la vida y la dignidad de todos los seres humanos sin excepción.

Me siento seguro de que su paso por Colombia marcará profundas huellas en su historia. He visto como de los distintos rincones de la patria acuden compatriotas de todas las edades y condiciones a escuchar su mensaje, a ovacionar su presencia y su palabra, a aprender de su humildad y generosidad. He visto llorar de la emoción a hombres, mujeres y niños que admiran su sonrisa, su bondad y el brillo de sus ojos. Sólo un santo como Usted puede conseguirlo.

Dios está con Usted, no hay duda. Rogamos porque en adelante esté siempre con Colombia. Porque su amor reporte la paz, la reconciliación y la justicia que tanto anhelan los hijos e hijas de esta patria. Desde su primer paso en mi país sentí que por fin algo cambiaría.

Su devoto admirador, 

Rodrigo Londoño Echeverry

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