Maracay, 1 de octubre de 2017. Por Felicia Saturno Hartt. Foto: Telesur.-  La población de América Latina y el Caribe se ha enfrentado este septiembre a una serie de desastres naturales, que han arrasado, con varios países de la región, la infraestructura, los servicios públicos, el empleo y las comunicaciones, golpeando contundentemente el tejido social, con gravísimas consecuencias en todos los órdenes.

Cuatro fuertes huracanes (de categoría 3 o superior) se han arremolinado por el Océano Atlántico y el Caribe. Las cuatro tormentas (Irma, José, Katia y María), han ocasionado grandes daños en estados insulares del Caribe y en el territorio continental de Norteamérica y América Central, destrozando las vidas de millones de personas y dejando a cientos de miles sin hogar y desplazados.

En México, dos terremotos ocurridos con 12 días de diferencia causaron destrucción y daños generalizados en México Central. Desde entonces, la región ha experimentado más de 4.000 réplicas, incluyendo un temblor de magnitud 6.1 el pasado 23 de septiembre.

Casi siete millones de niños viven en las zonas afectadas. Miles de ellos se han quedado sin hogar y sin acceso a servicios básicos. Muchos están incomunicados con sus familias y no tienen posibilidad de volver, a corto plazo, a sus hogares y escuelas.

Esta población vulnerable, al igual que la de tercera y cuarta edad, aún no monitereada, requiere ayuda inmediata, donde se facilite el acceso a agua segura y a suministros de saneamiento e higiene, ofreciendo servicios de asistencia psicosocial para los niños y sus familias y trabajando para garantizar que los niños puedan regresar a la escuela tan pronto como sea posible.

Se requieren alianzas. Alianzas que integren el potencial de asistencia de los organismos y agencias especializadas (OMS, OPS, UNICEF, UNESCO, etc) y el voluntariado social con los gobiernos locales, de modo tal que las ayudas y donaciones no sean desviadas. Se requiere integrar equipos inter e multidisciplinarios que proporcionen estrategias inmediatas para organizar las poblaciones en términos de asistencia sanitaria, atención psicosocial, provisión de enseres básicos, catastro infraestructural, reposición de servicios básicos y manejo de pérdidas (humanas, materiales y económicas).

A grandes rasgos, la respuesta humanitaria en México, Cuba, el Caribe Oriental y Haití, es calculada por UNICEF en aproximadamente 18.1 millones de dólares, una cantidad exigua si se toma en cuenta las cifras de la Corrupción en la región.

Estos eventos y sus consecuencias ponen en el tapete tres de los más grandes problemas de gobernabilidad de la región: Gobiernos incapaces, instituciones débiles y países empobrecidos, hoy aún más por los desastres.

Y desde otra perspectiva, más global, la necesidad de asumir el Cambio Climático como una “Cuestión Global”, porque estas evidencias son sólo el comienzo de mayores tragedias a futuro.

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