Por Felicia Saturno Hartt. Fotos: EFE.- El complicado panorama económico y las reformas requeridas capitalizarán la atención de la Asamblea Nacional Popular (el Parlamento Chino), que empezó ayer en Pekín y que servirá para evidenciar el poder del Presidente, Xi Jinping.

De la inauguración se esperaba la cifra más atractiva del año, la data de crecimiento económico previsto para este 2017, que comunicó el Primer Ministro, Li Keqiang.

Los expertos vaticinan que esta cifra se situaría entre el 6,5 y el 7%, en la línea de la "nueva normalidad" que defiende Pekín, después de dos décadas de crecimientos de dos dígitos, que sacaron a cientos de millones de personas de la pobreza, pero también arruinaron el medio ambiente y han creado fuertes desigualdades sociales.

La economía china se expandió el pasado 2017 un 6,9 %, la cifra más baja del último cuarto de siglo y se espera que el Gobierno se esfuerce en tranquilizar a su población y a los mercados internacionales sobre su capacidad para manejar el timón en plena tormenta.

China sufrió sostenidos derrumbes bursátiles desde verano, la producción industrial cayó y se enfrenta a un doloroso programa de reconversión en los sectores que tradicionalmente habían empujado adelante y se quedaron obsoletos.

Varias informaciones sostienen que el Gobierno despedirá a entre cinco y seis millones de trabajadores de las empresas estatales, calificadas como "zombies" por su sobreproducción e ineficiencia.

También se reducirá la plantilla de los contaminantes sectores de acero y carbón, en otros 1,8 millones de trabajadores, debido a la caída de precios y la contaminación que generan.

El cambio del patrón económico comportará abultadas facturas, no solo en materia de subsidios, sino sociales. El gran temor de Pekín es que esos millones de desempleados disgustados y ociosos puedan poner en riesgo la estabilidad del país.

El decimotercer Plan Quinquenal intentará afrontar todos esos retos de China hasta el año 2020. Los expertos mostraron su preocupación, porque el complicado contexto económico parece haber frenado el ímpetu de las reformas liberalizadoras de Pekín y señalan al fuerte intervencionismo durante la crisis de las bolsas como ejemplo.

"Pekín está reaccionando contra las tensiones económicas con más intervención gubernamental, no con liberalizaciones del mercado, está suavizando la política monetaria y gastará más de su presupuesto fiscal; también está forzando a algunas compañías a recortar su producción", señaló Scott Kennedy, experto del Centro de Estudios Internacionales Estratégicos.

"El Plan Quinquenal contendrá algunos elementos liberalizadores, pero dejará y fortalecerá todo el aparato de política industrial que es responsable en parte de los problemas económicos actuales", continúa.

El presupuesto de Defensa ya anuncia que la época de las vacas gordas quedó atrás. El presupuesto militar alcanzará el año próximo entre 154 y 155 mil millones de dólares, lo que todavía es menos de un tercio de lo que gasta EE.UU. Fu Ying, portavoz parlamentario, explicó que la cifra responde al equilibrio entre las necesidades militares y la situación económica.

Los expertos pronosticaron un aumento del presupuesto de Defensa mucho más alto, lo que permitirá a Pekín subrayar su compromiso con la paz y la estabilidad de la región en medio de una carrera armamentista generalizada.

Pekín anunció este año que recortaría 300.000 soldados de su Ejército hasta dejarlo en dos millones en medio de un proceso de modernización que acentúa la calidad por encima de la cantidad.

Pekín anunció hoy una subida de entre el 7 y el 8%, que será la más baja de los últimos seis años. La cifra rompe la tendencia generalizada de los últimos quince años, cuando los aumentos de dos cifras han sido la norma con muy pocas excepciones.

La Asamblea también servirá este año para subrayar la figura de Xi, quien acumuló más poder del que nunca tuvieron sus predecesores Hu Jintao y Jiang Zemin.

Los medios de prensa y altos funcionarios del partido se han referido en las últimas semanas a él como el "núcleo", un título que nadie había disfrutado desde Deng Xiaoping.

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