Por Felicia Saturno Hartt.-Murió Helmut Schmidt, quinto Canciller de Alemania (RDA), a los 96 años. Polémico y visible en la opinión pública de los alemanes, que lo consideraron hasta hoy el más importante canciller, producto de sus posiciones sólidas respecto al manejo de los conflictos y la necesidad de la integración europea.

Hablar de Schmidt es trazar una ruta en el tiempo, entre un pragmático socialdemócrata que dirigió los destinos de un país en tiempos de una sangrienta guerrilla izquierdista RAF y de la crisis petrolera de los 70 a un hombre convencido de la unidad de Europa.

Schimdt vivió entre la apertura al este de Willy Brandt y la reunificación alemana de Helmut Koln.  Pero su sabiduría e intuición política, su honestidad ideológica y su solidez intelectual terminaron por rendirle justicia. En la edad madura, Schmidt saboreó las mieles de la admiración de sus semejantes como no ha podido hacerlo Kohl, más meritorio tal vez, pero por siempre tocado por el escándalo del financiamiento ilegal de su partido.

Desde que fue Ministro de Defensa, de Economía y Finanzas y Canciller asumió con fortaleza desde desastres naturales a secuestros como el del avión de Lufthansa por el RAF y la FPLP.  Fue uno de los arquitectos del milagro económico de Alemania y de la Unión Europea para el logro de la moneda común.

El discurso de Schmidt tuvo vigencia hasta el final de sus días. Y su tono agresivo y polémico puso en reflexión a los políticos y más jóvenes al plantear, recientemente, el diálogo con Putin y Rusia, tal como lo había hecho con China 4 décadas antes.

Schmidt criticaba a los nuevos políticos, porque "carecían de visión de futuro y sólo tienen en mente las próximas elecciones".  Esa, decía, "era la diferencia con De Gaulle, Churchill o Adenauer, ellos pensaban lo necesario a largo plazo". Palabras que resonaron en su último libro y su última intervención, cuando refirió la necesidad de la solidaridad con Grecia y la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial en Europa si el conflicto de Ucrania no se resuelve, porque "el equilibrio de poderes está en movimiento”.

Schmidt jamás rehuyó la confrontación, ni siquiera en el seno de su propio partido, si eso servía a Alemania.

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