Las empresas de mercados emergentes han hecho algunos cambios en la forma en que se endeudan. Ahora, el nuevo régimen de financiación está siendo puesto a prueba y nadie está seguro si pasará el examen.

“Esa incertidumbre está contribuyendo a la agitación del mercado, que ha puesto a tambalear las acciones y llevado a los bancos centrales a buscar formas de apuntalar sus economías” expresa Justin Lahart, Periodista del Wall Street Journal y CNN Money en temas de Macroeconomía.

La única opción real que tenían las empresas de los mercados emergentes, que requerían dinero, era solicitarlo a los bancos. Pero después de la crisis financiera de 2008, esa posibilidad se complicó. Los bancos globales, golpeados con pérdidas y enfrentados a regulaciones estatales más estrictas, se mostraron menos dispuestos a prestar.

Entre tanto, la Reserva Federal de EEUU (FED) y otros bancos centrales de las economías avanzadas, lanzaron programas de compra de bonos destinados a reducir las tasas de interés a largo plazo, haciendo presión a los inversionistas a que optaran por activos más riesgosos y de rendimientos más altos.

Algunas empresas de mercados emergentes acudieron al mercado de bonos en busca de más financiación. Hacia 2014, los bonos equivalían a 17% de la deuda corporativa de los mercados emergentes en circulación, según el Fondo Monetario Internacional, lo cual significa un alza de 9% frente a la pasada década.

Muchos de estos bonos fueron emitidos en dólares, no en las monedas locales de estas empresas. Para el tercer trimestre de 2015, había en torno a US$1,1 billones de bonos denominados en dólares emitidos por empresas de mercados emergentes fuera del sector financiero en circulación, según cálculos del Banco de Pagos Internacionales. La cifra supera los US$509.000 millones a finales de 2008.

La debilidad estructural de las economías de los mercados emergentes, el desplome de los precios de las materias primas y la fortaleza del dólar han dificultado que las empresas paguen sus deudas.

Luego de haber experimentado la crisis de 2008, a los inversionistas les preocupa el potencial de contagio, lo que ofrece una de las razones para la caída de las acciones bancarias.

Esos temores pueden ser exagerados. Los bonos están en manos de una gran reserva de inversionistas globales, de modo que el riesgo está más distribuido que los préstamos en manos de grandes bancos globales.

Además, esos inversionistas no están tan apalancados como los bancos y tampoco están pidiendo prestado a corto plazo para financiar crédito de largo plazo.

Este desequilibrio contribuyó al éxodo de las instituciones financieras durante la crisis. Los bonos también suelen tener vencimientos más prolongados, de modo que las empresas no están en problemas inmediatos.

De todas formas, Lahart afirma que existe potencial para otras dificultades:

1. Aun cuando muchos de los países de mercados emergentes tienen sustanciales reservas en dólares, la mayoría no tiene mecanismos para lidiar con problemas de deuda fuera de los bancos. De modo que en lugar de involucrarse con el crédito bancario, deben lidiar con efectos económicos. Eso puede ser costoso, ineficiente y llevar a problemas futuros.

2. Cuando los inversionistas globales son obligados a vender deuda de mercados emergentes, suelen vender más de lo que necesitan. El Banco Internacional de Pagos determinó que por cada salida de US$100 que experimentan los gestores de fondos de mercados emergentes, venden US$110 en deuda. Eso puede intensificar las pérdidas, lo que ocasiona amortizaciones adicionales.

3. Muchas empresas de mercados emergentes, que se endeudaron en dólares, invirtieron en activos en moneda local. Eso resultaba genial cuando las economías prosperaban y las monedas se estaban apreciando. Ahora, esta versión de carry trade se está destruyendo, perjudicando a las economías y fortaleciendo al dólar.

Salvo la aparición de problemas que no se hayan detectado hasta ahora, estos factores probablemente no son suficientes para causar los niveles de estrés que los bancos globales han experimentado en crisis pasadas. Pero crea un nuevo conjunto de preocupaciones para los inversionistas.

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